L A gran mayoría de los ciudadanos muestran un comportamiento ejemplar. Quien sale de trabajar a cierta hora de la noche en la que ya el tránsito no está permitido sin causa justificada puede dar fe de ello. De vuelta a casa a diario solo encuentras repartidores de comida (miembros de esa estirpe de héroes de la pandemia sin aplausos), algún vehículo con un conductor solitario con idéntico destino y apenas nadie más.

Pero hay una odiosa minoría que parece no entender lo mucho que nos jugamos. La insensatez de muy pocos es suficiente para fastidiar al resto. Para que surja un brote de Covid-19 en cualquier lado solo es necesaria la irresponsabilidad de un individuo. Contaban los agentes en los controles el pasado sábado al compañero Jordi Landero que la jornada había sido tranquila... ¡Solo habían puesto 27 multas por desplazamientos injustificados en una hora! Y eso es la tranquilidad. Una sanción cada dos minutos. Debe ser que no ha muerto suficiente gente ni el agujero al que hemos caído tiene la profundidad necesaria para que todos hayamos tomado conciencia de la gravedad.

Hace algunos años se hicieron famosas las sanciones de Emilio Calatayud, el juez de menores de Granada. El magistrado más que el castigo en sí mismo proponía fórmula que tuviesen una capacidad docente para la que recuperar al infractor. Al final no es ni más ni menos que el sentido mismo del sistema judicial. Nadie duda que en estos tiempos de papel de fumar no faltarán los defensores de 'semejante atropello a las libertades' como sería calificado, pero a veces da que pensar si no habría que acudir al sentido común de Calatayud ante ciertas infracciones cometidas durante el estado de alarma.

Quien se salta un confinamiento o monta una fiesta (válido para los jóvenes que salen huyendo del Parque Alonso Sánchez al ver llegar las sirenas) teme la multa económica sin valorar realmente el impacto de su irresponsabilidad. Igual las manos de los 27 pillados por la Guardia Civil con una necesidad irrefrenable de salir de su municipio o sin mascarillas le vendrían muy bien a los servicios sociales, al sistema de limpieza o las ONGs que a riesgo de la salud de sus miembros se parten la cara cada día por luchar contra la pandemia en primera línea.

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