El libro perdido

Recuerdo con cariño la 'Gramática' en la que las normas para bien expresarse se alternaban con poesías

Este es un relato verdadero sobre un libro perdido. El extravío o cualquier forma de desaparición de un libro al que se ha tomado cierta clase de afecto, que podría aproximarse al que de forma más habitual, normal, suele dedicarse a las personas, puede constituir un verdadero drama. La zozobra ocasionada por la pérdida de un niño queda plasmada en el evangelio cuando los padres de Jesús le buscan angustiados, ignorantes de que a tan temprana edad el Niño ya trazaba su propio camino. Este episodio de su infancia pudo tener un eco en la parábola del pastor que, habiendo perdido una oveja, deja el rebaño en el redil para partir en su busca. Pues con los libros perdidos, para mí, algo parecido; no tanto como si de un niño se tratara, evidentemente, pero al nivel al menos de la preocupación por la pérdida de una oveja.

El naranjo agrio y quizá también el dulce son citados en tratados de agronomía de los árabes andaluces en el siglo XII. Sin embargo, el gran desarrollo del cultivo y comercio en España de esta fruta milenaria, llegada de China, no se inicia hasta el siglo XVIII en el Reino de Valencia, concretamente en Carcagente (Carcaixent). En Carcagente vivía yo a mediados del siglo XX y allí, entre naranjos, en la pequeña escuela de los Hermanos de la Salle, aprendí a hablar valenciano casi a la par que la materna lengua castellana. Recuerdo con especial cariño la Gramática de la editorial Bruño, en que las normas para bien expresarse se alternaban con poesías infantiles, que se iban grabando de forma indeleble en la memoria virgen del niño que yo era. El libro se perdió en alguna mudanza familiar; ya mayor, busqué un ejemplar superviviente en librerías de viejo, rastros y almonedas. Hace muchos años lo encontré en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid. Yo todavía era estudiante y el precio que me pidieron me pareció un disparate, más propio de un incunable cervantino. Se quedó en la caseta y luego lo he lamentado un sinfín de veces. De aquella Gramática era un poema del que solo recuerdo los primeros versos: "Era un olmo ya viejo. / Tenía en su corteza, / escrita en grandes surcos, / su historia de nobleza." He preguntado a muchos de mis amigos si conocían su continuación. Me suelen remitir a Machado, pero el olmo de Machado es otro.

No pierdo la esperanza. Tengo también una historia de libro perdido con final feliz. La dejamos para la próxima semana.

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