Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

La ley de la red social

Resulta ya tópico decirlo, pero no deja de ser una verdad rotunda que tiene, como todas las verdades rotundas, una cara oscura e inquietante: nunca antes en la historia hubo una revolución tan radical como la que ha producido internet. Radical porque afecta a todo desde los cimientos, desde la raíz, y radical por la extrema velocidad con la que ha propiciado los cambios en las formas de comportarse y relacionarse de las personas. Lo que cambia rápida y aceleradamente es, por definición, incierto. Apasionante como un melón fresco en verano, pero que aún no está del todo abierto: apenas está calado. Esta semana hemos tenido otra muestra irrefutable del alcance total -¿totalitario?- de las mutaciones sociales y mundiales que produce la red dentro de la que navegamos, como atunes entregados en una almadraba digital, que de pronto -apenas treinta años- ha convertido al planeta en un mundo pequeño, un pueblo lleno de viejas del visillo: Twitter y Facebook van a ejercer de autoridad civil, obligada por su fenomenal poder. La caja de Pandora, como el melón por calar, se entreabre.

Hemos sabido que el propio Zuckerberg, el gran jefe de la red social, el hombre que ostenta tan insultantes poder y juventud, ha decidido sancionar lo que la ley común no da abasto a castigar: los delitos de odio y, en concreto, de ensalzamiento del terrorismo. Los códigos civiles bien pueden cogiendo camino a los albañiles, y no sé si Aldous Huxley y George Orwell convendrían en que al Código Penal le ha salido un amenazante producto sustitutivo: las redes y los navegadores son los nuevos grandes hermanos de un mundo feliz (que no sé yo). El pelirrojo cuya fortuna personal es la tercera del mundo se ha visto obligado a declarar la suspensión la cuenta de aquellos usuarios que suban a su muro de Facebook comentarios o información. Va tarde, teniendo en cuenta que ya cancelaba el acceso de aquellos que sacaran una teta de madre lactante, un castigo puritano en el sentido original del adjetivo: moralista, hipócrita, con no pocas trazas de oscurantista: de nuevo el avance tecnológico puede traer en su cara oculta un retroceso ideológico, un poder sacerdotal. La concentración de poder es tan nefasta para la economía como para los usos y costumbres (fuentes del Derecho, que es a lo que vamos). Hay un detalle que no conviene obviar: la sanción por alabar a un criminal y a un terrorista será de ¡un mes! sin acceso a la cuenta del feis. Por Pink Floyd: caras oscuras de la luna e infinitos ladrillos en los muros. Hey, teacher, leave the kids alone!

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