En el relato bíblico del Génesis, Yahveh frustró el proyecto del que iba a ser el primer rascacielos de la historia, la Torre de Babel. Estos fueron sus motivos: "He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua; siendo este el principio de sus empresas, nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros". Lo cierto es que antes de tal confusión, siempre según la Biblia, "toda la Tierra hablaba una misma lengua y usaba las mismas palabras". Desde entonces, la diversidad de idiomas, que es también un enriquecimiento cultural, constituye una importante barrera para el entendimiento de las gentes de este mundo.

El esperanto no pasó de ser un intento frustrado de idioma universal y el inglés aspira a cumplir esa función, respaldado por la potencia de imperios antiguos y modernos. En todo caso no se ve ninguna salida al milenario castigo divino a través del lenguaje oral. Sin embargo, afortunadamente, podemos encontrarla en el lenguaje visual que, apoyado por la tecnología que permite trasladar imágenes de forma instantánea a lo largo y ancho de nuestro planeta, supone un vínculo poderoso que nos conecta mientras nos confunde la diversidad de las hablas. El lenguaje visual, como arte, llega a Huelva con la novena edición del Festival Latitudes, dedicada a fotógrafos europeos, como la anterior lo estuvo a los americanos. Los aficionados a la fotografía y el público en general van a poder disfrutar durante mes y medio de una visión del mundo a través de la magia oculta en las cámaras de algunos de los más grandes: la singularidad de la etnia romaní, percibida por el polaco Tomaszewski; la República ¿Democrática? Alemana de los 80, fotografiada por Hauswald; el holandés Hocks aplicando a su propia persona una mirada surrealista; el francés Descamps, que nos descubre recónditos pueblos de África; la vida en la playa recreada por Martin Parr, británico; las imágenes de la esperanza de la Primavera de Praga, acallada brutalmente; y dos extraordinarios fotógrafos españoles: Castro Prieto, que nos revela su visión intimista de Cespedosa de Tormes, y la impar Ouka Leele, que pinta de "colores imposibles" sus fotos en blanco y negro. En conjunto, una fiesta impresionante para la vista y la mente, un lujo cultural a nuestro alcance.

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