Silla de palco

Antonio Mancheño

La lata vacía

Guasa es poco. Lo del mediático Buenafuente contando las gracias gastronómicas de Huelva, vía la Sexta, en programa de máxima audiencia y diversión segura, tiene canela. Toda Spain alerta con la oreja pegada a la TV ya que, el mago televisivo, ingenioso y provocativo, loaba los productos que desde la Dipu onubense llegaban como muestra al fervor culinario de Carlos Brawn, Carlinho, y sus enamoradas papilas, conturbadas, subyugadas, por unas lonchas de pernil serrano y una no menos suculentas gambas a la plancha y a punto de sal, entre otras tantas excelencias caseras. O el cantante estaba boquera o en su vida no sabe lo que es comer caliente.

Vista que la ocasión la pintan calva, la presi supramunicipal, Petronila, reclama un lote de productos y por transporte urgente, envía a Buenafuente una misiva agradeciendo que haya citado a Huelva en su programa y remitiendo, adjunto, una pequeña muestra de alimentos y especies de la tierra, cosa que el susodicho aprovechó para mostrar su reconocimiento y exaltar las viandas a través de las cámaras. Dos orejas, saludo desde los medios y una oportunidad explotada con éxito. La cosa iba de perlas y Buenafuente, con su humor por montera, hizo un papel extraordinario holgando la pitanza onubense, tan rica como desconocida. En dos minutos, catapultó la gloria de Tartesos hasta la mesa de éste último y desconocido rincón, donde Dios ha dispuesto una inmensa alacena para privilegiados, ocultándole a sabios y soberbios tal enjundia, mientras vela sus mares y alfombra sus dehesas. De pronto, miles de españolitos despertaron su apetitoso sueño y situaron su acento en las exquisiteces choqueras. La jugada a tres bandas era perfecta: Diputación en vía muestrario, La Sexta promociona y Huelva que descubre sus viandas ante la audiencia.

De repente el diluvio, la chanza y la tiniebla. Era el presentador que dirige sus pasos hacia un latón de aceite para exhibir su calidad y origen, pero, ¡oh manes del destino! bastó tomar el peso al recipiente y comprobar que el líquido oleoso se había evaporado. Misterio o milagro. Dudas martirizantes. Segundos angustiosos. Con la mirada interrogante hizo una finta a la tragedia. ¡Horreur! Había que hacer algo. El envoltorio de hojalata era una pluma, sin peso, contenido ni materia. Para sorpresa general, el afamado aceite, había huido. Falso pregón. Ni una misera gota con que saciar el gaznate sixtino. El momento fue eterno, hasta que un sorprendido Buenafuente cambió rápidamente las agujas, el susto en primer plano y el nervio del ridículo. Sacó de su chistera mágica, todo un gran repertorio de agudezas, hasta reconducir el fiasco en pura broma. El drama en diversión, la tormenta en nubecilla de verano. Hubo quien imploró a los santos y buscó al traidor por los pasillos de la Administración Provincial, pero algún sabio consejero, argumentó sacarle punta al rifirrafe y olvidarse de la caza de brujas. Así se hizo para honra y gloria de aquella lata,virgen extra de oliva,testigo,una vez más,de las chapuzas meritorias e históricos vacíos huelvenses. Políticos hojalateros.

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