¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Menos lágrimas

Al Estado español le conviene un proceso que suponga una condena manejable políticamente

Leyendo una entrevista a Víctor-M. Amela nos salta, como una liebre en el campo, esta sentencia del estoico Epicteto: "No importa lo que te pase, importa cómo te tomes lo que te pase". La recordamos ahora, cuando la decisión de un tribunal alemán de alimentar la tragileyenda de Carles Puigdemont ha puesto a funcionar al habitual coro hispano de plañideras, tan aficionado a tomárselo todo a la tremenda. Alguno, en un derroche de aspavientos y lamentaciones, ha comparado la puesta en libertad condicional del ex presidente de la Generalitat con el desastre del 98. Otros, los mismos que ayer hablaban de la UE como un nuevo Jardín de las Hespérides, han realizado un conato de discurso euroescéptico en el que poco les ha faltado para mentar a la madre de Lutero. En general, ante la evidente mala noticia de que Alemania no entregará al escurridizo Puigdemont para que sea juzgado en España por rebelión, hemos echado en falta, no un poco de flema británica -totalmente incompatible con el alma peninsular-, pero sí una punta de estoicismo cordobés, de fatalismo moro o, en último caso, de bizarro ascetismo castellano. Algo así como "nada te turbe, y menos Puigdemont".

La estrategia judicial del juez Llarena era honesta y arriesgada. Hay muchos indicios, sustentados por los informes de la Guardia Civil, de que los independentistas han usado una violencia de media intensidad para lograr sus objetivos, pero en un país como Alemania, cuya intimidad con la violencia tiene raíces históricas muy profundas, poco impresionan las imágenes de unos coches destrozados o de unos elegantes tractoristas impidiendo el libre albedrío de los conductores. No sólo el juez tudesco, sino un número no desdeñable de profesores de derecho penal, habían advertido que no se daban las condiciones para un juicio por rebelión, por lo que el Supremo sabía que la situación se podía complicar en cualquier momento, como así ha sucedido. ¿Qué hacer ahora? Sobre todo no llorar. Pensándolo bien, al Estado español le conviene un proceso que suponga una condena manejable políticamente y con la que se pueda establecer un proceso de negociación con los sectores más realistas del secesionismo. El objetivo no sería otro que volver a meter al rebaño indepe en los corrales. Seamos serios, creer que Cataluña se puede normalizar con Puigdemont pudriéndose en la cárcel es un auténtico ejercicio de ingenuidad.

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