Creo sque más de uno -me temo que muchos- habrá tenido que envainarse aquel optimismo alumbrado apresuradamente cuando en el panorama político surgieron nuevos partidos, que consideraron una especie de reanimación, regeneración política y fortalecimiento de nuestro sistema democrático. Aplaudían el pluralismo que aparentaba clarificar la vida pública y alejar el monstruo repulsivo de la corrupción. Algo sí hemos ganado en algunos de estos aspectos aunque no tanto como muchos se prometían. Pero el ejercicio de la política, sus formas y sus actitudes, incluido el sectarismo que tantos practican con patológica asiduidad, se mantienen sin que el cambio anhelado, la refundación deseada y la transformación que exigen ciertas deformaciones endémicas de la peculiar política española, no sólo no han variado sino que han adquirido en ocasiones desproporciones y aberraciones más preocupantes. Así nos luce el pelo y así hemos llegado a esta compleja situación realmente insostenible.

Este multipartidismo deforme o más bien hipertrofiado está empezando a desorientar a los enemigos del bipartidismo, que dinamizó los momentos estelares de nuestra democracia. Muchos de esos corifeos mediáticos, habituales de la sopa boba o de la coba interesada, amén de tanto paniaguado de la tertulia y el supuesto debate analítico, están empezando a mostrarse escépticos respecto de tanta petulancia ideológica que a nada conduce y tan controvertido laberinto incapaz de generar el menor atisbo de un gobierno estabilizador y moderado como el que necesita España en las actuales circunstancias. Alfonso Guerra, a quien muchos socialistas de nuevo cuño no admiran precisamente, afirmaba hace poco tiempo: "Todo el mundo disparaba contra el Parlamento bipartidista. Hoy deberían reconocer que se equivocaban. Que el Parlamento bipartidista funcionaba mejor. Esto es peor. Se carece hasta de educación muchas veces". Y ya vemos las consecuencias.

Entre tanto pasan los días y los meses y el presidente en funciones aprovecha, como lo hizo con los decretazos de los viernes, para jugar su baza de ir a nuevas elecciones con esa peculiar campaña electoral desplegada en cuantas reuniones ha prodigado en estos días y en cualquier aparición pública, cuyas pretenciosas arengas y quiméricas propuestas se inundan de progresismo. ¿Qué progresismo?.. Y entre unos con sus torpezas y otros con sus maldades no hacen más que embarrar un campo ya bastante enfangado. Las noticias no pueden ser más inquietantes: Tardá y la cúpula de ERC encabezan en Barcelona una marcha a favor de los agresores de Alsasua, quienes golpearon a dos guardias civiles y sus parejas en octubre de 3016. Por su parte en Navarra difunden un cuento que presenta como héroes a estos mismos agresores de los que Podemos se posiciona a favor y anima a manifestarse por su libertad. Cuando tanto se habla de moderación noticias así te hielan -como en el verso machadiano- el corazón.

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