¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

14 de julio

Francia y Alemania ya desfilan juntas. Eso, más 'la Marsellesa', fue lo más emocionante del 14 de julio

Inauguramos los días grandes del verano viendo la retransmisión el desfile del 14 de julio, en París. Como tantos españoles tenemos una relación contradictoria con la Republique, de donde nos vinieron Voltaire y la lencería fina. También nos donaron el método para criar el rioja, el románico, Bernardo de Claraval, Madame Bovary y la Legión Extranjera. Pero no todo fueron cosas hermosas. De más allá de los Pirineos nos llegaron los petimetres, los expolios de Soult y esa peste contemporánea que es el esnobismo intelectual. En fin, lo que pretendemos decir es que no podríamos entender España y lo español sin su permanente diálogo con Francia y su cultura. Nos guste o no, el antiguo reino de los francos siempre ha sido una de las fuentes de las que nos hemos nutrido y con la que mantenemos un toma y daca de fascinación y rechazo. Todos, incluso el más irreductible de los castizos y garrochistas, tenemos algo de francés: cuando pensamos, cuando nos divertimos, cuando amamos, cuando juzgamos a los delincuentes… y creemos que una de las mayores pérdidas del país actual es que hemos sustituido esa influencia (junto con la italiana) por la de algunas culturas tecno-pop generadas en los entornos anglosajón y asiático. Quizás haya llegado el momento de resucitar la idea de ese sucedáneo arrogante que fue Napoleón III de crear una latinidad que cubra con su manto a los países que descienden del tronco de Roma, o quizás todo esto que decimos no sea más que un delirio de siesta veraniega tras un almuerzo demasiado regado.

Más allá de estos ensueños latinoides, el desfile del 14 de julio nos dejó una imagen que no debe pasar desapercibida, la de las banderas francesa y alemana marchando juntas por los Campos Elíseos. En general, el alarde gabacho fue una reivindicación de la defensa europea en unos momentos en que sus viejas ideas se encuentran amenazadas. Francia es así, capaz de conjugar el chovinismo más atroz con el universalismo más visionario. Por eso la odiamos y amamos. Han tenido que pasar muchos años y millones de muertos para que las dos insignias guiaran al alimón las tropas de la Brigada Franco-Alemana. Hoy, Europa, pese al Brexit y a los quintacolumnistas, es una realidad pujante, con instituciones políticas, culturales e incluso militares que la cohesionan y le dan una personalidad propia frente a los gigantes que la acosan a levante y poniente. Francia y Alemania ya desfilan juntas. Eso, más que la Marsellesa, fue lo emocionante de este 14 de julio.

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