Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

A jugar

Si en lo de Eurovisión hubo de todo menos música, en los congresos y mítines ha habido de todo menos política

No sé si habrá habido intención en que el PP y Podemos hayan hecho coincidir estos días sus congresos en Madrid para dilucidar quién se quedaba con mayores volúmenes de poder mientras Susana Díaz, en la misma efusión capitalina, daba el primer paso hacia su candidatura a hacerse con las riendas del PSOE. Vistalegre, la Caja Mágica (¿a qué entusiastas se les encomendará la tarea de poner nombres a los sitios?) y el pabellón de la Fundación Once adquirieron así, en tan ajustado perímetro, rango unánime de plató televisivo para el mismo concurso. Es más, habría que extender la coincidencia e incluir otra elección: en el mismo sitio, a la misma hora, Televisión Española montaba un numerito similar, participativo y democrático, para escoger al figura que habrá de representar al país en Eurovisión. El asunto tiene mucho que ver porque, si en lo de Eurovisión hubo de todo menos música, en los congresos y mítines adyacentes ha habido de todo menos política. En los cuatro shows cundió el chafardeo, la competición (esa querencia tan española: por algo se nos dan tan bien el deporte y la doctrina liberal), gente que ganaba y gente que perdía, presentadores que invitaban a los candidatos a jugar y el seguimiento de la plebe para ajustar los objetivos del morbo y la piedad. Hubo mucho saturday night. Verdad, ninguna.

Resultaría oportuno, creo, traer aquí a colación la noción debordiana de la sociedad del espectáculo (últimamente revisada, ejem, por un tal Vargas Llosa); pero como teatrero de pro me niego en redondo, porque el noble término espectáculo (etimológicamente: espejo para el ojo) ha quedado desvirtuado y corrompido hasta niveles vergonzosos. Prefiero reparar en el mensaje que recibí por privado en mi cuenta de Twitter el otro día de parte de Teresa Rodríguez: sin yo pedírselo, la portavoz andaluza de Podemos me preguntaba si no me cansaba "la irresponsabilidad que a veces destilan nuestr@s principales portavoces públicos" (pues claro) y apostaba, frente a asambleas tipo ring, por "la fraternidad en los debates internos, porque el enemigo está fuera". En su intervención en Vistalegre habló en idéntico tono. Y a mí me gusta Teresa Rodríguez, qué diantre: la considero (y nunca he votado a Podemos, ni pienso hacerlo) dotada de un instinto político real entre tanto plástico, muy a pesar de las dichosas consignas. Por eso me apena más la absoluta indiferencia con la que su partido ha acogido su propuesta. El duelo a garrotazos tiene más público.

Así ha quedado la rebelión de las masas: una abulia paralítica para ver quién se lleva el porrazo más gordo. Habla, pueblo, habla.

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