Muchas veces he repetido esos versos que, en este día Santo del Jueves, me hacen ver una imagen muy íntima de la grandeza del amor fraterno y de la entrega en oblación de un Jesús crucificado en aras de la salvación humana.

"Gozo y dolor de Cristo, en la ciudad abierta en flor sobre el haz marino". Gozo, en la plenitud de un mensaje que nos llega en la Resurrección. Dolor, en la meditación hecha fe en nuestro espíritu, en cada momento y día santo de la Pasión, que vamos evocando, en esa flor abierta a la luz devocional de nuestras tradiciones, sobre el resplandor azul de nuestra Huelva piadosa, que ata vida y muerte con dos cintas de rías que se aúnan en un altar de cielo, en el Conquero, entre Ave Maria y Salves a la que es Patrona de la ciudad.

"En su soñar, ofrece el paz". Es un sueño hecho realidad en la ofrenda de pan que es milagro en el cuerpo de un Dios vivo. Es un sueño que nos alimenta el alma. Que nos da fuerza en la hora difícil. Que enciendo fuego de sol al despertar la mañana, como una dulce canción de amanecer.

"Y en vino, se torna su azulada claridad". Vino que es sangre de Cristo. Vino que es zumo de nueva vida. Vino que nos da fuerza para caminar por las tristes sendas de un Calvario que está en nosotros.

Cada palabra, cada verso, nace de un pregón cuaresmal que en siete días se nos desvela con la grandeza de nuestra fe, con el ímpetu de una corriente de amor que va a parar al mar eterno que esperamos en la presencia de Aquel que en una cena, principio del drama deicida, nos ofrecía el premio de un tiempo sin tiempos por los siglos de los siglos.

Si todos los Jueves Santos que hemos vivido alrededor del altar, que para nosotros eran esos "pasos" ornamentales con las estampas evangélica de la vida de Jesucristo, hoy nuestro altar está junto a la imágenes sagradas que cada día de la Semana Santa acompañábamos en la intimidad. Hoy, en este triste Jueves Santo en años de pandemia, nuestra presencia, real o virtual, tiene que estar en los templos, al calor de esos cirios que anuncian la luz de la fe, con la oraciones que invocan la ayuda, el favor, y la propia vida.

Al pasar de la horas, el velo negro cubrirá el miedo y el dolor. Todo se volverá triste en el Viernes Santo, cuando Cristo ya entregó su espíritu en el más grande milagro de entrega a los hombres.

Yo quisiera volver a mis recuerdos cofrades de siempre y hacerme oración en la Oración de Jesús en Getsemaní.

Y para compartir el dolor y la alegría : María. Ella, refulgente, paseando su belleza coronada, en el triunfo de la Salvación, hecha por su Hijo.

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