H AY que reconocer que desde que Donald Trump dejó la presidencia de los Estados Unidos los telediarios son más aburridos. De hecho, muchos tertulianos y comentaristas del ámbito político acusan a Joe Biden de ser un político aburrido, lo que me lleva a plantearme si es conveniente que un dirigente político tenga que ser un tipo divertido. Estamos en un mundo tan acostumbrado al espectáculo que empezamos a exigir diversión incluso en las cosas serias. A mi parecer, lo que a un dirigente se le debe exigir es que sea coherente, juicioso, previsor, empático, negociador, cercano, buen gestor y otros muchos adjetivos, pero ¿divertido?

Tampoco es que tenga nada en contra de que en su vida particular sea la alegría de la huerta pero no es lo que se espera de él, al menos en su faceta pública. Es importante aclarar que no es lo mismo un aburrido que un triste, del triste hay que huir siempre, en cualquier faceta de la vida los tristes transmiten tristeza y lo hacen todo sombrío, por el contrario, el aburrido puede ser una persona responsable y trabajadora que antepone sus obligaciones a sus aficiones y no necesita dar espectáculos altisonantes para endulzar un discurso vacío.

En el caso de España no se necesita nadie que anime el ambiente, lamentablemente podemos estar tranquilos si lo que buscamos es diversión, últimamente los telediarios parecen una copia de programas como Sálvame, nombre muy apropiado para nuestro caso, ya que esto es precisamente lo que necesitamos ahora de nuestros políticos, que nos salven de esta delicada situación y que preparen a España para el relanzamiento de la economía postpandemia. Ellos a cambio prefieren dedicarse a mociones de censura, guerras internas y nuevas elecciones que les garanticen a unos y a otros su acceso al poder o su continuidad, y para los sufridos ciudadanos circo, lo que sería divertido, si no fuera porque están jugando con el futuro de un país en una delicada situación sanitaria, con importantes conflictos de convivencia y con la economía que más ha caído en el mundo de las llamadas economías desarrolladas por los efectos de la pandemia, que se dice pronto.

Preparémonos para altas dosis de populismo, tanto de izquierdas como de derechas, donde nos ofrecerán soluciones fáciles para problemas complejos, intervenciones efectistas frente a programas meditados y bien elaborados, soluciones coyunturales frente a las estructurales, intervenciones explosivas frente a consenso y comedimiento, en resumen lo políticamente rentable frente a lo que necesitamos, y así nos va.

Ellos no parecen dispuestos a renunciar a su espectáculo, quizá deberíamos ser consecuentes y organizar un formato más acorde a su nivel, podría llamarse la isla de los políticos, al fin y al cabo, lo que se lleva en política es traicionarse unos a otros, engañando a sus socios a la menor oportunidad, donde las voluntades y los acuerdos se compran y se venden al mejor postor, esto retransmitido 24 horas daría unas grandes audiencias.

En definitiva, preparen sus sillones el espectáculo va a comenzar.

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