Conducen por la izquierda, jamás aceptaron el sistema métrico decimal, miden la distancia en millas y no en kilómetros, sólo entienden su idioma y raro es el que aprende otro que no sea el inglés, el Canal les aísla de casi todo y, por si fuera poco, han decidido mandar a hacer gárgaras a la Comunidad Europea. Además, mientras el mundo se acongoja a golpe de suspensiones, anoche hubo un partidazo en el emblemático Anfield.

Se pasan por el arco del triunfo las medidas adoptadas por el resto del universo y siguen a su bola sin importarle nada de lo que ocurre allende el Canal. Son los ingleses y sus circunstancias, entre las que están cómo se mantienen al margen de este matar moscas a cañonazos que soportamos. Vivimos el colapso general más espectacular que jamás ha soportado la Edad Contemporánea, pero así como implantaron el Brexit ellos siguen disfrutando de lo que se nos niega al resto.

Estaba el Sevilla ante su semana más grande del curso y todo se ha ido a hacer puñetas. Se juegue o no se juegue ante el Betis, nada ya es igual. El fútbol sin público tiene poco sentido o ninguno, por lo que lo lógico sería que el fútbol fuese a compás de la sociedad y que sólo se reanudase cuando dicha sociedad alcanzase la normalidad. Por supuesto que los daños colaterales son incalculables, pero, como pregonaba el inefable doctor Rosado, la salud es lo que importa.

Nos ha cogido esto con la guardia baja y aunque el fútbol sólo es la cosa más importante de las menos importantes, lo cierto es que está provocando sensaciones encontradas. En toda situación como ésta, la picaresca está a la que salta y los cruces de soluciones surgen en las redes mostrando la patita enharinada por debajo de la puerta, desde los que quieren aprovecharse de la falta de calor ambiental hasta los que alientan suspensión hasta que se cure Fernando. Vivir para ver.