Tras el incendio

Es la hora del análisis, de investigar errores de proponer soluciones y cerrar el paso a los ventajistas

Cuando apenas habían transcurrido unas horas de la finalización del ritual purificador de las hogueras de San Juan, un sorprendente vendaval impropio de la época apareció por nuestra zona costera y urbana como si fuera el pródromo anunciador del drama que haría su aparición en la atardecida moguereña, en forma de fuego destructor como si fuera una venganza de su presencia festiva y contrapunto de la suavidad del oleaje nocturno acompañante de la alegría sana y el ceremonial profano de miles de personas en nuestras playas.

Desde la Huelva, lejana y rosa, descrita por el poeta moguereño universal, comenzamos a contemplar la negrura invasora del celeste y ya casi tornasolado cielo del ocaso que acabarían siendo verdaderas lenguas de fuego resaltando y anunciando, ya en la negrura de la noche, la antesala del miedo, el pavor y el pánico por la amenaza que se cernía sobre los habitantes de la zona.

Rápida fue la respuesta, acertadas las decisiones, excelente el esfuerzo y la heroicidad de quienes se enfrentaron directamente con el maldito fuego, coordinación muy ajustada a las necesidades, ejemplaridad de las gentes más afectadas y, por una vez, unidad de acción de los políticos… todo ello y más, han servido para valorar y aprender muchas cosas. Que hay héroes ante la adversidad, por mucho que las condiciones laborales estén en regresión. Que hay gentes y organizaciones buenas y solidarias, dispuestas a ofrecer sus recursos a los afectados… como también el cainismo oportunista y acusador, sin fundamentos a priori, intoxicador en las redes sociales durante el momento álgido de la crisis, a sabiendas de con qué intereses, ejerciendo eso que algunos llaman la posverdad.

Ahora, cuando el control se ha impuesto, es la hora del análisis, de investigar errores -algunos previamente conocidos y denunciados- de proponer soluciones y cerrar el paso a los ventajistas o aprovechados.

La lógica dice que hay que modificar algunos estereotipos y comprender que, como dicen las gentes de la zona, hay que recuperar las labores tradicionales del Parque, verdadero elemento de equilibrio natural de tan privilegiado territorio. No valen ya lecturas distorsionadas y sin raíz histórica que puedan negar que la verdadera biodiversidad es la conjunción equilibrada, en un ejercicio simbiótico entre el hombre y la naturaleza. Lo contrario será abundar en el error y en nuevos riesgos.

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