Antonio Castro / Ancastro@huelvainformacion.es

La iconografía del lince

DESDE que la ministra Cristina Narbona puso aquella foto de los linces de Doñana en su despacho, los entrañables felinos en peligro de extinción consolidaron su función de iconos a los que alimentaba periódicamente la consejera Fuensanta Coves y cuidaba el equipo médico habitual.

La conciencia conservacionista de esta provincia tiene un referente negativo que limita con la altura de una chimenea de fábrica del Polo, y otro positivo que discurre por la silueta de cría de lince en cautiverio (Y no me negará usted que lo de cautiverio tiene poco que ver con la ecología).

En realidad, dentro de la gestión de Cristina Narbona, una buena ministra de Medio Ambiente a pesar de que algunos empresarios no quieran verla, más que su interés por ordenar el litoral de la geografía nacional y abrir las puertas del mar, el mayor éxito ha sido colaborar en la consolidación del lince como icono de la ecología nacional, con la ayuda inestimable de doña Fuensanta. Hay alumnos de muchos colegios que conocen los nombres de Sali y Garfio y la camada de Brisa, Brezo y Brezina, y están al loro de cualquier nuevo nacimiento de crías que se produzca, e incluso se ponen tristes cuando, como ha ocurrido ahora, mueren dos linces recién nacidos, y se preguntan por qué uno de ellos dejó de vivir y la madre decidió no prestarle la atención debida... Hay toda una ecología que se resume en el lince y que se extiende sentimentalmente por una generación de chavales que cuando tengan edad de enfrentarse a las contradicciones estéticas de la vida recordarán siempre a este felino como uno de los mejores amigos de su infancia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios