Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El humor de las hienas

La palabra progre es un arma arrojadiza con la que se satiriza al progresista, o sea, al habitante de la acera de enfrente a la del conservador. Progresista, en puridad, lo es una persona que antepone la libertad individual sobre la económica, y reclama el Estado del bienestar, la permeabilidad social y la discriminación positiva del más pobre de cuna mediante la redistribución fiscal de la riqueza. Ninguna Constitución de un país institucionalmente decente -ni indecente- va en contra de esos principios, pero entre el mandato en papel y su praxis política hay limitantes, como la escasez económica y el nivel ético de políticos y ciudadanos (¿no es el mismo?). El progre, en fin, es una caricatura del progresista. Objeto de guasa del conservador o de sus peores versiones: el retrógrado, el privilegiado que nunca la dobló de verdad o el ganador sobrado que -vanitas vanitatum- se siente dios cada vez que se monta en su coche.

Al buen progre -inofensivo- le pueden hacer daño los progres abanderados. Algunos de ellos, de pestilencia delincuente, irrespetuosos con lo que sea menester con tal de conseguir Me Gusta de gente con el esófago repleto de cristalitos recalentados por el reflujo de su mala leche. El progre malo practica un humor radiactivo, y pone sus sucias manos sobre lo que sea, lo indefenso incluido: niños encerrados en un pozo o personas con síndrome de Down. Recuerden lo que tuiteó -no sin éxito- el escritor Camilo de Ory (apellido remoto suyo, pero que le viene bien adelantar) sobre la muerte del niño de Totalán, o lo que ha dicho recientemente el cómico gallego David Suárez. En las cloacas de las redes sociales, el logro del poeta maldito que apesta el buen nombre del escritor y epigramista gaditano Carlos Edmundo De Ory fue, entre otros: "Oye, que digo yo que el niño [Julen] podría escarbar también un poco". El hallazgo de Suárez ya lo conocerán, sobre mamadas y mujeres Down: humor y libertad de expresión. Vómito y ponzoña. Se le ocurren a uno cosas que desearle a éste, para compensar el dolor que inflige gratuitamente a miles de personas: una felación de cizalla o de pirañas, por ejemplo. Usted, quizá preparándose para ir a votar, dirá que para qué darles cancha y así propalar el perfil de los hideputas. Pero es que hoy es un mal día para hablar de cosas normales. Y habla uno de garrapatas digitales (progres del mundo, defendeos de los carroñeros que usurpan vuestra digna condición). ¿Hienas ocurrentes? Sí, desechos corrosivos travestidos de intelectuales, las peores excrecencias del cinismo.

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