La otra orilla

Javier rodríguez

El hueco que ocupó el fascismo

Si los Jair Bolsonaro, Donald Trump… y demás fascistas de allá y de acá han tenido cierto éxito es porque han logrado conectar con millones de personas que se sentían desamparadas o incluso atacadas por aquellas otras que debían representarlas, apoyarlas…: representantes sindicales desconectados de la realidad de sus compañeros de trabajo, ideólogos de todo tipo que se parecen más al más doctrinario de los líderes religiosos, imponiendo normas y más normas, que a alguien que intenta ayudar a pensar, representantes políticos que dicen Diego donde dijeron digo, que dicen servir al pueblo pero obedecen los dictados de grandes corporaciones, que imponen restricciones que no van con ellos, ecologistas, feministas, defensores de los Derechos Humanos… que dan su vida por la ballena marsupial, por la lejana tribu modobo o la última identidad de género aparecida pero que tratan con desprecio al cani del barrio o al vecino que escucha regetón y con desdén a su cuñado que no comprende la Ley de Violencia de Género.

Todos deberíamos hacérnoslo mirar, puede que, del ascenso del fascismo no tengan la culpa las redes sociales o las corporaciones mediáticas, porque eso no es suficiente para que un multimillonario como Donald Trump o personajes que llevan toda la vida viviendo de la política o de sus "chiringuitos" adyacentes como Bolsonaro y Abascal, se presenten como adalides de la "revolución antisistema", de lo "políticamente incorrecto", "víctimas de las grandes corporaciones y de la manipulación mediática" y convenzan al personal.

Si consiguen trasladar esa imagen es: primero porque millones de personas (incluido el cani del barrio) no tienen para pagar la luz, la comida y la casa, porque trabajan agotadoras jornadas laborales desempeñando ingratos trabajos… mientras hay quien compra botellas de champán de diez mil euros para derramarlo sobre los invitados a una fiesta que se celebra en un yate de un millón.

Y segundo, porque quienes debieran estar con ellos, luchando codo con codo para recuperar sus derechos y eliminar esas bochornosas desigualdades, parecen estar a otra cosa y más empeñados en entrar en esa fiesta a que los rocíen de espumoso caro, no sin antes haber abonado el terreno con discursos anti-casta, anti-sistema... para que los neofascistas se presenten como los defensores del pueblo, las víctimas del sistema… propongan el asalto al Capitolio de Washington y decenas de miles los sigan.

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