En esta hora

Bueno sería aprovechar esta calamidad para volver a repensar la Constitución

He estado en un par de ocasiones departiendo con el afamado juez de menores don Emilio Calatayud. Y de las muchas y convenientes cosas que le oí en cada ocasión hay una que nunca olvidaré: "Si quieres tener un hijo delincuente, dale todo lo que te pida, no le niegues nada". Pues exactamente eso es lo que pasa en esta hora trascendental en la patria querida, en España, la madre a la que siempre querer aunque se equivoque. La madre España educó muy mal a su hija Cataluña. Durante demasiados años fue dándole todo lo que le pedía, nunca le negó nada. Incluso llegó a trocear en diecisiete porciones la casa común porque a la mencionada hija le daba repelús la palabra unidad. Quería que la casa se dividiese en diecisiete habitaciones y así se hizo. Después comenzó a pedir raciones de comida para ella sola, quiso educarse ella misma, incluso tener su sistema de seguridad, su policía, al margen de los demás miembros de la familia. La hija Cataluña fue creciendo y encarándose con la madre. No contenta con eso pasó a insultarla, a despreciar sus fotografías, sus símbolos, y andando, andando, acabó donde no tenía más opción que acabar: delinquiendo. Se hizo una delincuente que rompió las normas y los muebles de la casa, la Constitución, los arrojó por la ventana y desafió la autoridad materna. A estas horas ya tenían que estar entre rejas los que indebidamente, en el nombre de Cataluña, se han ciscado en la Constitución Española con todo el recochineo posible.

Son ya cuarenta años en los que se ha cultivado el odio a España frenéticamente, mientras la odiada pagaba la fiesta. Es realmente alucinante. Tengo problemas, sinceramente lo digo, para explicarle a mis amigos extranjeros lo que está pasando. No comprenden de ningún modo cómo se le ha podido dar a una región competencias absolutas en educación, sanidad y seguridad. Por culpa de todos los gobiernos españoles de la democracia, y esa culpa alcanza a los que los hemos votado, estamos ante un golpe de Estado de libro. Y en los golpes o ganan los golpistas o gana el Estado. Y el que pierde ya sabe lo que le queda, en el mejor de las casos una habitación en Alcalá-Meco. Hemos hecho todo lo que hay que hacer para que florezcan delincuentes y parece que lo hemos conseguido. Hay que acabar rápido con este embrollo que amenaza con llevarnos por delante a todos, con la letra de la ley en una mano y con la fuerza de la misma en la otra. Y bueno sería aprovechar esta calamidad para volver a repensar la Constitución, sí, pero para borrar de un plumazo el nefasto Título VIII, llamado del Estado de las Autonomías.

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