La otra orilla

javier Rodríguez

Los otros héroes

Es impresionante el cuidado, la delicadeza y la entrega que tienen muchos profesionales de lo social

Me gustaría poner sus nombres aquí pero perderían su anonimato e incluso puede que llegaran a tener algún problema, así que imaginen sus nombres y sus caras y quédense con las historias. Creo que, además, hay muchas más historias como estas que ni siquiera conozco y, posiblemente, ustedes sí, así que pónganle, si quieren, esos otros nombres a esto que les cuento.

Es impresionante el cuidado, la delicadeza y la entrega que tienen muchos profesionales de lo social pese a la precariedad laboral a la que están sometidos: nos enseñan día a día que la lucha por los derechos no es incompatible con la responsabilidad en el trabajo.

No veo campañas de reivindicación por la mejora en sus condiciones laborales, debe ser más importante la labor que hacen los que echan a la gente de sus casas que la que hacen gente como esa monitora que se recorre la ciudad buscando dónde habrán dormido personas con problemas de salud que viven en la calle para darle su tratamiento, o la del trabajador social que todos los días atiende y escucha a decenas de personas sin hogar, o la de la psicóloga que atiende a personas con adicciones en una oenegé, o la de la educadora social que acompaña a niños en desamparo en una casa de acogida, o el animador que intenta arrancar una sonrisa a los abuelos de una residencia, o la orientadora laboral que se recorre los asentamientos chabolistas buscando algún resquicio que permita a los que viven allí salir de esa situación, o la enfermera que se recorre los colegios con una asociación haciendo campañas de prevención, o el maestro que intenta que niños con discapacidad aprendan las herramientas mínimas que les permitan tener un poquito de autonomía...

Viven muchos de ellos con la amenaza de despido permanente, con sueldos muy simpáticos pese a su gran cualificación y dedicación, los hay que han sido obligados a hacerse autónomos pese a trabajar por cuenta ajena, otros sufren triquiñuelas para evitar ser contratados de manera indefinida, algunos cuentan cosas que un juez, sin ninguna duda, condenaría como acoso laboral… Pero siguen ahí, dando el callo, entregados a su trabajo sin que nadie monte campañas que defiendan su labor y reivindiquen mejoras en sus condiciones laborales.

Hemos debido perder el norte si no somos capaces de reconocer la labor de personas que sostienen sistemas de protección tan importantes y exigir que sean tratadas como se merecen.

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