Es la guerra

He visto los vídeos en los que estos miserables cobardes actúan en grupo como los lobos

El 17 de enero de 1995 el presidente de la República Francesa, François Mitterrand, se desplazó a Estrasburgo. Estaba invitado por el Parlamento Europeo a dirigirse a la cámara continental. Y lo hizo con un discurso que ha pasado a los anales de la política europea del siglo pasado y aún sigue vivo y lozano. Mitterrand era un socialista de la vieja guardia. Hombre culto, serio, digno y un intelectual de primera línea. O sea, de lo que hoy escasea más que la lluvia en nuestra tierra. Fue un referente para mi juventud y leí sus libros con auténtica hambre. Porque Mitterrand escribía libros, no se lo escribían. Lo que allí figuraba negro sobre blanco era producto de su mente, de su puño y de su letra. No había fraude en él. Pues bien, el día citado se dirigió al Parlamente de Estrasburgo haciendo un alegato antinacionalista que ya es historia. Detrás de las sangrientas confrontaciones en el suelo europeo él siempre vio la raíz nacionalista de los conflictos. Esto es un párrafo de lo que allí dijo: "Si no superamos nuestra historia, señoras y señores, se impondrá una regla: ¡El nacionalismo es la guerra! La guerra no es solo pasado, puede ser nuestro futuro. ¡Y ahora son ustedes, señoras y señores diputados, los guardianes de nuestra paz, de nuestra seguridad y de ese futuro!". Este mensaje habría que repartirlo a los diputados españoles que salgan electos en las próximas elecciones generales y conseguir que se lo sepan de memoria.

Fue hace unos días cuando me vino a la frente la frase que da título a este artículo. Y fue cuando vi a un numeroso grupo de fascistas, neonazis y neoterroristas catalanes tratando de aterrorizar a los asistentes a una pacífica concentración por la unidad de España en una plaza de Barcelona. He visto los vídeos en los que estos miserables cobardes, actuando en grupo como los lobos, herían en la cabeza a una señora, a un señor con una bandera española y pateando a un ciclista que también llevaba los colores nacionales. Previamente habían quemado contenedores y lanzado bengalas y cohetes contra los asistentes. Con esta escoria hay que acabar sí o sí. Y la mejor y más democrática forma es la ilegalización de los grupos y partidos contrarios a la unidad de España. No lo digo yo, lo dice la Constitución en su art. 2 al decir que la propia Constitución "se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de los españoles". O sea, el que quiera dividir la nación atenta contra el fundamento mismo de la Constitución, por tanto el que tiene un ideario o comportamiento anticonstitucional está fuera de la ley. Así de sencillo.

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