Seguimos creciendo, menos mal. Este año en España somos un 0´3% más, y aunque la cantidad sea tan exigua se trata de una buena noticia, porque el recurso más valioso de un país son las personas. Por segundo año consecutivo la pérdida de población que comenzó con la crisis se revierte en cifras positivas. En realidad lo que ha crecido es la población inmigrante, por primera vez desde 2011. Ellos son los que nos salvan.

¿Salvar? ¿Pero de qué peligro nos van a salvar? ¿El peligro no es el contrario, que nos invadan? Nos roban el trabajo, saturan los servicios, entran sin control… a los que no tienen papeles hay que ponerlos de patitas en la frontera. Primero somos nosotros, oiga. Y este discurso de tufillo xenófobo, instigado desde arriba a conveniencia y lanzado desde las mismísimas tripas del miedo de la gente, resume la percepción social más extendida sobre los problemas de población en España.

Entonces vienen los expertos a levantar la liebre. Resulta que tenemos una crisis de natalidad desde hace un montón de años, y que mientras la tasa de hijos por mujer continúa hundiéndose, ni los políticos prestan atención al asunto, ni se destinan recursos, ni siquiera hay preocupación social sobre el tema. Solo algunas voces apocalípticas sueltan de vez en cuando titulares que auguran que, por este camino y sin inyecciones migratorias, de aquí a mitad de siglo perderemos la mitad de la población. Inexorablemente seremos muchos menos y más viejos.

La conclusión es aterradora. No se trata únicamente del futuro de las pensiones, como se debate ahora, es el propio sistema el que está en riesgo. A medida que la pirámide poblacional se parezca más a un rectángulo y se siga deteriorando la natalidad, las cuentas públicas en España se harán insostenibles. Y la única salida positiva de esta evolución demográfica está en la inmigración. Solo atrayendo nuevos flujos migratorios conseguirá el país volver a aumentar los nacimientos en las próximas décadas. Ni siquiera hay que esperar tanto tiempo: ya, hoy mismo, los inmigrantes están realizando trabajos imprescindibles y contribuyen, como cualquiera, a sostener la economía.

Desde la ignorancia, nos falta capacidad para valorar el capital humano que llega de fuera. Nos preocupa "que nos invadan", pero somos absolutamente inconscientes del colapso poblacional en ciernes. Realmente necesitamos una gran invasión, pero no de nuestras fronteras, sino de nuestros propios miedos.

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