Crónicas levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

La gran gesta de la ciencia

En España se investiga bien, pero el capital que se invierte en la formación de magníficos científicos se derrocha después

La comunidad científica está escribiendo uno de los grandes capítulos de la historia del conocimiento humano, en sólo 10 meses ha sido capaz de diseñar y producir varios tipos de vacunas para un virus que era desconocido hace 12 meses. A lo largo de 2021, buena parte de la humanidad será inoculada con varios tipos de moléculas, una de las cuales, la de ARN, inicia una generación de artefactos inmunológicos que llevará, posiblemente, a avanzar hacia vacunas contra algunos tipos de tumores. La gesta también ha servido para confirmar que el mapa mundial del conocimiento está copado con unos pocos países: Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania, donde se gestó la gran Física del siglo XX. China ya aparece dibujada, mientras algunas potencias del pasado han dejado de serlo, en especial, Rusia y Francia. España está en el grupo, pero sigue a la cola de los primeros, aunque el país ha exportado grandes científicos a esos centros de referencia, hay españoles en Oxford, en Moderna y en Pfizer. Donde quiera.

España ha avanzado una era en apenas 40 años, pero aún sigue mirando a la ciencia o con una desvergonzada ignorancia o con una admiración servil, ve a los científicos como prestidigitadores o dioses, y lo más cercano que hay a un científico en los consejos de gobierno son los economistas, que son ideólogos que saben algo de matemáticas. Angela Merkel es una excepción, se doctoró en Física Cuántica en Leipzig. Curiosamente, hay que encontrar en otra mujer, Margaret Thatcher, un antecedente científico en un dirigente europeo, esta vez, en cristalografía. Rubalcaba, que era químico orgánico y volvió a la clases después de retirarse de la política, ha sido lo más parecido que hemos tenido en un científico al frente de uno de los dos grandes partidos españoles. Todos los demás eran licenciados en Derecho.

Esto no son los tiempos de Cajal, en España se investiga ahora y se investiga bien, pero el capital que se invierte en la formación de magníficos científicos se derrocha después porque el país no es capaz de retenerlos con buenos salarios e inversiones adecuadas en investigación. No es que sobren; al revés, hoy nos faltan médicos. En especial en Andalucía, donde los recortes presupuestarios se unieron a una mala financiación autonómica que ha hecho que doctores de las ocho provincias estén desperdigados o por otras comunidades, algunas tan próximas como Murcia y Extremadura, o en Alemania y el Reino Unido. No es para llorar, pero casi.

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