El gota a gota de Pablo Casado

Casado sabe que debe ofrecerse como un 'primus inter pares' de un proyecto serio que garantice unión

Aunque falta más de año y medio para las próximas elecciones municipales, en mayo de 2023, ayer el pleno del Ayuntamiento de Tomares tomó razón de la renuncia de su hasta entonces alcalde, José Luis Sanz, el cual se dispone desde ya a cumplir con la misión de recuperar la alcaldía de Sevilla, cuando además su todavía titular Juan Espadas anda de aquí para allá, sin sucesor reconocible, recorriendo Andalucía en una peripecia tan intrépida como arriesgada que veremos a ver como termina, aquí y allí.

El movimiento operado por todo el PP en Sevilla, superando viejos rencores y rencillas, en torno a la figura de Sanz, es uno más dentro de la estrategia diseñada por Génova para que finalmente Pablo Casado pueda gobernar en Madrid, en línea con la puesta en escena del congreso itinerante de la semana pasada rematado por todo lo alto en Valencia, como en los viejos tiempos. De Aznar a Rajoy, de Ayuso a Feijóo, todos apoyando al joven candidato sin fisuras para que, conquistando plazas electorales de peso mediante, llegue el ansiado triunfo electoral en las Generales tras una legislatura que, aunque complicada, tiende a agotar su término.

No es Pablo Casado, ni por trayectoria ni por carácter, lo que se dice un líder sólido para un partido de referencia. Alzado al poder de los suyos casi por casualidad beneficiado por la coyuntura, ninguneado desde la izquierda y repudiado por la derecha más ultra desde que destruyera algunos puentes tras su recordado discurso de la moción, viene alternando un discurso moderado y centrista con disrupciones más conservadoras, intentando aunar en un mismo barco a toda la franja liberal conservadora que se mueve desde los últimos estertores de Ciudadanos a los desengañados de Vox.

Consciente de que la polarización de la sociedad española, ampliada y deformada por las redes sociales, juega a favor de otras opciones más radicales, navega entre aguas turbulentas protegido por esos grandes buques que son los barones territoriales y que, pese a sus diferencias, le sirven de escolta. Pasado el primer rodaje, parece saber que su punto fuerte no es ni la personalidad atractiva de una Ayuso ni la novedad contracorriente de un Abascal, sino ofrecerse como un primus inter pares de un proyecto serio que garantice unión, gestión y estabilidad. Y lo demás, como las gotas que van levemente sedimentando el terreno, que caiga por su propio peso.

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