A golpe de impulsos

La mejor ayuda es la de no entorpecer la labor de los que sí saben lo que tienen entre manos

Es justo resaltar las muestras populares de ayuda cuando existen problemas y se requiere la colaboración para solventarlos total o parcialmente. Igualmente, las condolencias explícitas, que algunas veces corren como la pólvora en las redes sociales, ante la desaparición de alguna persona. Muchas veces, son gestos que podríamos calificar de bonitos en el sentido de cariñosos, empáticos y compasivos. Hace poco, falleció la hija de 9 años, de Luis Enrique, el exseleccionador nacional de fútbol, que desató una infinidad de mensajes de apoyo ante la amarga experiencia por la que este pasaba. Más cerca en el tiempo está lo sucedido con Blanca Fernández Ochoa, una figura importante en la historia del deporte español. Su desaparición provocó una gran respuesta de ciudadanos brindándose para localizarla, tantos se presentaron que la Guardia Civil se vio obligada a pedir que no fuera nadie más. No está mal todo esto, pero hay cuestiones que deberíamos replantearnos socialmente. Una de ellas es por qué con unos sí y con otros no. Me explico, mientras que con unos pocos casos se produce una auténtica explosión de auxilio o pésames, con muchos otros la reacción es nula o, prácticamente, inexistente. Tal circunstancia, en alguna ocasión, ha llevado a los afectados por la segunda realidad expuesta a hacer una llamada con ciertos tintes críticos, muy comprensibles, para hacer ver que ellos también padecen el mismo o similar problema que esos otros que copan los medios de comunicación y las redes y, asimismo, para hacer evidente que sus situaciones, al no generar ninguna atención, caen por completo en el olvido; como ha sucedido, entre otros, con padres cuyos hijos están desaparecidos o que han muerto por cáncer infantil. La otra cuestión trata de algo más sutil e íntimo. Cabría preguntarse cuánto hay realmente de solidario o compasivo en estos comportamientos, ¿no podría ser que lo que se busca sea notoriedad, protagonismo o, sencillamente, el que gusta estar en una onda gregaria de manera irreflexiva? Con respecto a lo primero, hay que recordar que de eso fue acusado Juan José Cortés cuando la tragedia del pequeño Gabriel Cruz y, en cuanto a lo segundo, ¿qué hace que alguien sin las capacidades necesarias o sin lo que sea conveniente, según lo que ocurra, se ofrezca a llevar a cabo algo para lo que no reúne las condiciones? ¿Qué persigue y qué hay detrás de su acción? La mejor ayuda es la de no entorpecer la labor de los que sí saben lo que tienen entre manos.

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