EL portavoz del Partido de los Socialistas de Cataluña ha emplazado al futuro presidente del Gobierno, su compañero Rodríguez Zapatero, a nombrar un ministro de Fomento catalán y a otros eventuales altos cargos para que defiendan los intereses de Cataluña. Junto a una pulsión nacionalista que aqueja al PSC desde la formación misma del gobierno tripartito que siguió al fin de la era Pujol, lo que late en esta demanda es el afán de los socialistas catalanes de influir en Zapatero para que de alguna forma "pague" la importante aportación del PSC a su victoria electoral del 9 de marzo. Ciertamente, el PSC logró un gran triunfo frente a los nacionalistas de CiU y ERC y dejó al PP reducido a una expresión irrelevante en su comunidad. No creemos, sin embargo, que ése deba ser un criterio predominante a la hora de construir un auténtico Gobierno para toda España. Si fuera por ello, mayor aportación le han hecho a Zapatero los socialistas andaluces (sacaron adelante 36 diputados en el nuevo Congreso, por 25 del PSC), sin que ello les dé derecho a presionar a Zapatero para que les conceda determinados ministerios u otros cargos públicos de relevancia. Zapatero no debe tener otro compromiso a la hora de formar gobierno que el adquirido con los ciudadanos a través del programa electoral y sus promesas de campaña. Tendría que hacer ministros a aquellos políticos más solventes, responsables y eficaces en cada departamento, independientemente de su adscripción o militancia en una agrupación territorial. Con ambos criterios daría cumplimiento a un mandato moral y político que el socialismo no puede esquivar: la lucha por la igualdad y la solidaridad entre las personas y las comunidades. La cohesión nacional es requisito ineludible para un Gobierno digno y progresista y no puede estar supeditado a las presiones territoriales. Zapatero ha de tener las manos libres para formar gobierno. Libres incluso ante sus compañeros.

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