Uno de los mejores bares para tapear en el Barrio Alto de Sanlúcar es la sede del PCE, el Bajo Guadalquivir nació comunista en la Transición y allí siguen los veteranos camaradas que le enseñaron a Antonio Maíllo cuál es la dignidad del resistente. Su mosto, su pescao frito, su cartel de la Pasionaria y su suscripción del Diario de Cádiz. Podemos, Unidas Podemos, Adelante Andalucía o cómo puñetas llamen al nuevo "sujeto político" no es más que una IU renovada, que fue la propuesta que Pablo Iglesias le hizo a la dirección federal pocos meses antes de las elecciones europeas en las que los morados dieron el campanazo. De los 80 municipios gobernados por como se llamen, 78 son de IU. Sus militantes y dirigentes son los que entienden cómo funcionan las instituciones y los que pegan los carteles. Podemos no es más que una evolución de lo que fue IU, que a su vez lo fue del PCE. Pablo Iglesias es tan comunista como Anguita y lo que ahora intenta es ordenar ese espacio político y electoral, pero desde la fortaleza del Gobierno de la nación. Ha ganado. El fracaso de Errejón en las elecciones ya anticipa el de Teresa Rodríguez (y el de Kichi), que ahora intenta cazar a los periodistas que le reventaron su despedida y probar suerte en el andalucismo radical. Lo mismo tiene que volver Maíllo a explicarnos, al menos, qué ha sucedido.

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