Eta se rinde. ETA se acaba. ETA por fin agacha la cabeza. ETA va a extender su partida de defunción oficialmente dentro de dos semanas. Como anticipo, el viernes, en un comunicado, la banda que protagonizó las principales pesadillas de la democracia española por primera vez pedía perdón por algo de lo que había hecho. Es verdad que el texto es incompleto, tanto como que en su nauseabunda forma de pensar los asesinos aún siguen distinguiendo víctimas de primera y de segunda. Es verdad que los asesinos creen que un policía, un militar, un guardia civil o un político sí eran merecedores de la muerte como enemigos pertenecientes a un Estado a batir. Carne de cañón distinta de la de aquellos que, por ejemplo, pasaban la tarde en el Hipercor de Barcelona y murieron víctimas de un coche bomba. De los primeros fallecidos la banda ha lamentado su suerte; por los segundos ha pedido abiertamente perdón.

Las asociaciones de víctimas, las únicas que durante 40 años han mantenido la dignidad en esta lucha, critican esta concepción maniquea de la muerte, esta distinción entre buenos y malos. Y tienen razón. Toda la del mundo. Y por ello merecen reparación, respeto y justicia. Sin embargo, no hemos de olvidar que para quienes crecimos con muertos día sí y día también en el telediario no hace mucho era impensable llegar hasta aquí.

ETA se acaba. Y lo hace no por decisión propia, sino por la fuerza de la razón; por la derrota infligida por el Estado de Derecho; por la capacidad de aguante y de superación de una sociedad que tardó en despertar pero que cuando lo hizo no dudó en decirle a los asesinos que hasta aquí habían llegado. Que no tenían más futuro que la derrota, el oprobio y la marginación. Se acaba la pesadilla que puso en jaque durante mucho tiempo la democracia. Por el camino quedan 853 asesinados, 7.242 víctimas y 3.600 atentados según los datos del Ministerio del Interior.

Miedo, pánico, familias rotas, vidas deshechas. Todo eso queda atrás. No debe caer ni mucho menos en el olvido. Debe servir de ejemplo, enseñarse en los colegios para que cachorros descerebrados como los que se juzga estos días por los sucesos de Alsasua sepan que el camino de la violencia no lleva a ninguna parte. El Estado de Derecho ha sido capaz de acabar con quienes intentaron tumbarlo. Hemos de estar orgullos de lo conseguido entre todos. Por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, por los partidos políticos. Pero, sobre todo, por los ciudadanos. Por los que salieron a la calle una y otra vez para gritar basta ya, los que lloraron a los centenares de víctimas que dieron su vida por defender unos ideales de libertad, paz y concordia. La derrota de ETA, la humillación del terrorismo, el haber conseguido que se arrodillen es el triunfo de la paz, de la democracia y de los ciudadanos. De la dignidad de las víctimas y de la solidez del Estado. Por fin esta pesadilla se acaba. Celebrémoslo como merece, con la náusea hacia los asesinos y el respeto a la memoria de sus víctimas.

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