A galopar

Lo peor es que el contexto internacional ya no permite echarle la culpa a la 'bizarra' singularidad española

No hacía falta ser Casandra para prever que la doble embestida de los independentistas y de los nostálgicos del sóviet, con su frívola y reiterada impugnación del régimen del 78, iba a alentar un movimiento de signo contrario que hasta ahora, pese al crecimiento del nacional populismo en el resto de Europa, no había aflorado en España. Hace meses decíamos que los posdialécticos a la violeta le rezaban a la momia de Lenin para que el fenómeno, sin duda inquietante, arraigara entre nosotros, pues aunque ya veían franquistas por todos lados convenía a su estrategia de confrontación y demonización del enemigo -la categoría incluye, como sabemos, a todos los que no apoyan su aspiración a la hegemonía- la existencia de una marca ostentosamente españolista. Justo lo que nos faltaba. El Putin del nuevo partido, cuyo oscuro candidato en Andalucía se ha especializado en la defensa de los hombres acosados, se retrata muy erguido a caballo y cualquier día nos enseña, como el déspota ruso, un torso que se intuye modelado en el gimnasio. Son justamente famosos los abdominales de su mentor y ambos -no el juez, que parece menos disciplinado en ese sentido- serían admitidos con todos los honores en un pelotón de veteranos a mayor gloria de Esparta. Más allá de la política, el culto a la testosterona es cosa que comparten los machotes de la extrema necesidad con los usuarios de las saunas y los porteros de discoteca, un oficio, desde luego respetable, que al parecer ejerció el consejero que dirige a los mossos, dato cómico pero revelador del personal que encabeza la carlistada. No paramos de mejorar y lo peor es que el contexto europeo e internacional ya no permite echarle la culpa a la bizarra singularidad española. La hija del paracaidista negador del Holocausto, los eslavos echados al monte, lo más granado de Eurasia ha dado la bienvenida a quienes sueñan con hacer grande a España de nuevo. No hay de qué preocuparse, nos aseguran, aunque un antiguo líder del Ku Klux Klan haya animado a Leónidas a emprender la Reconquista. Los morados, entre tanto, han decretado la alerta, pero su sobreactuación sería más convincente si no callaran ante los atropellos de las escuadras en las calles de Barcelona. Oportunistas como de costumbre, tampoco los patriotas oprimidos van a perder la ocasión de rasgarse las vestiduras, posando de progresistas mientras alimentan el discurso más reaccionario del continente. Franco vive, la lucha sigue y es hora de reeditar el glorioso frente antifascista, como en los buenos viejos tiempos. No hay lugar para los tibios, necesitamos falanges y milicianos y otra guerra incivil que nos deje por fin tranquilos.

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