El interés por el fútbol deporte presenta una fuerte deriva hacia el fútbol espectáculo, tras el cual aparece, dominador, el fútbol negocio. Entre estos tres aspectos, la retransmisión de los partidos o el habitual resumen de los mismos, se enriquece (?) con contenidos complementarios, que copan espacios en la programación de los medios; me refiero concretamente a las apuestas y a las tertulias. Las primeras, cada vez más diversificadas e imaginativas, son, como casi todos los juegos de azar, incluidas las loterías del estado, un eficaz, legal y amoral mecanismo de fomento de la ludopatía. En cuanto a las tertulias, especialmente las televisivas, han conseguido captar el interés de los espectadores hasta el punto de retenerles durante horas de la noche para ser testigos de acaloradas discusiones en las que la opinión ponderada expuesta con mesura es acallada por las maneras destempladas, y la misión del teórico moderador parece más bien la de atizar el fuego cuando la llama decae. Estas refriegas verbales se reproducirán multiplicadas al día siguiente en las barras de los bares y en los centros de trabajo.

Un elemento que no suele faltar en estos debates televisivos es el provocador irascible que increpa a sus contertulios. Me ha llamado la atención hace pocos días una escena del programa El chiringuito de jugones. Aparece allí un forofo exaltado, que al referirse al penalti, calificado de robo, del partido Madrid-Roma, vociferó con acento sevillano estas dos perlas: "Le estoy agradecido a mi padre porque me dio principios" y acto seguido: "Me c… en la madre que me parió". Solo un comentario. Este individuo lleva hasta el límite su violencia verbal. Pero fuera del plató, en los enfrentamientos de la calle y del estadio, el mal ambiente que contribuye a crear puede alimentar una muy real violencia física. En la búsqueda de audiencia las empresas emisoras deberían contar más con la ética.

Otra víctima del apasionamiento que genera el deporte rey es la objetividad, en entredicho cuando se trata de opinar sobre un lance del juego. Volviendo al penalti susodicho, ¿por qué extraña razón los madridistas lo vieron como falta indiscutible y los no madridistas como acción no sancionable? Al menos, deberían ser unos y otros conscientes de que su valoración es siempre sesgada y aceptar como bueno el dictamen de los denostados árbitros que, por cierto, están para eso.

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