Antonio Carrasco

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Hemos fracasado

Si nos toca volver a los balcones, más que aplausos deberíamos regalarnos una pitada a nosotros mismos

Hemos fracasado como grupo, como tribu y colectivo que ha sido incapaz de cumplir con su parte. Entramos en una fase de estado de alarma en pleno mes de octubre, siete meses después. En nuestras manos ha estado hacer mucho más y, sobre todo, mucho mejor. Ahora nos tocará lamentarnos de nuevo.

La primera ola nos cogió a todos por sorpresa. Ni los dirigentes ni los ciudadanos sabíamos a los que nos enfrentábamos. Inocentes como éramos, hicimos planes para irnos de vacaciones en Semana Santa cuando se declaró el primer estado de alarma de 14 días en pleno marzo. Era una tormentilla que iba a pasar y luego vuelta a la normalidad nos dijimos presa de la ingenuidad. Pasó la Semana Santa, el puente de mayo, el Rocío y las romerías y hasta que nos plantamos en el verano no pudimos salir de verdad. Entonces demostramos nuestro fracaso como sociedad. Dependía de nosotros que la pesadilla no volviera con idéntica fuerza. Hemos sido egoístas e irresponsables en conjunto.

Las vacunas y los medicamentos son remedios externos, artificios de laboratorio que nos aportarán los científicos en algún momento, pero mucho antes hemos tenido en nuestras las claves de la mejor terapia contra el Covid-19 que hasta el momento conocemos. La hemos tirado a la basura. La segunda ola iba a llegar, era inevitable. Su dureza dependería en gran medida de cómo nosotros mismos nos comportásemos, de las medidas sanitarias propias, la higiene, la distancia de seguridad o el respeto a las normas. Preferimos ganarle centímetros a la distancia, una silla más a la mesa, apurar la copa con la mascarilla por la barbilla y hacernos permanentes trampas al solitario para justificarnos en cada salida. Nos iba la vida en ello. Todos lo hemos hecho. Somos responsables por igual.

Ahora nos imponen un toque de queda nocturno además de un serio aviso porque somos incapaces de autogestionar nosotros mismos la situación. No es suficiente con las recomendaciones, hay que imponerlas para que se cumplan. Es nuestro fracaso.

Si nos toca volver a los balcones más que aplausos y Resistiré quizá deberíamos regalarnos una sonora pitada a nosotros mismos. Debimos hacerlo mejor. Ahora lo pagamos.

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