Ni flores ni culpas para nadie

Es el momento de centrarse en el qué hacer y no en el quién es quien lo propone o realiza

Es urgente aunar esfuerzos ante lo que viene ocurriendo, pues aunque no paran de resaltarnos los datos positivos, como las personas curadas del coronavirus, no cesa ni el número de contagiados ni de fallecimientos. Por desgracia, todavía no se ha llegado al final. Por eso, lo primero en lo que habría que reparar es en si hay voluntad de los partidos para superar diferencias y actuar conjuntamente. Sinceramente lo veo difícil pero, aun así, tengo la esperanza de que hagan el esfuerzo y sea posible; con excepción de los que han anunciado su negativa, como ERC, Bildu o Vox. Por tanto, difícil pero no imposible. En la comparecencia de ayer, Pedro Sánchez ha convocado para la semana que viene al resto de las fuerzas políticas y a otras organizaciones claves a una reunión para formalizar un acuerdo tomando como referencia a los que se alcanzaron durante la transición democrática, conocido como los Pactos de la Moncloa, en el año 1977. Me parece bien la invitación. En un principio, la iniciativa es loable, pero para que tenga éxito, todos, absolutamente todos, tendrán que hacer concesiones. El Gobierno, por su parte, deberá evitar cualquier pretensión de tomarlo como un cheque en blanco para hacer y deshacer a su antojo, sin sometimiento a ningún control de verificación de sus decisiones. Y, quizás, sea este uno de los principales problemas a solucionar. ¿Por qué? Pues por su propia conformación. Si, en general, los ejecutivos tienden a tener sus tics autoritarios, dentro del actual tenemos a un personaje, Pablo Iglesias, vicepresidente segundo, que de continuo da muestra de rigidez política, de asentarse siempre sobre las convicciones, sin que nunca tenga presente o actúe apoyándose en la ética de la responsabilidad, tal como en su día nos indicó Max Weber. Su tentación y obsesión autoritarias están tan presentes que ha sido, es y será fuente de tensiones dentro del Gobierno central, lo que no significa que Sánchez sea al respecto un modelo a seguir. Si este importante escollo se resuelve, las probabilidades de un pacto aumentarían. No obstante, más allá de los temas concretos que pudieran abordarse quedaría por confirmar una lealtad mutua entre Gobierno y oposición, con un respeto bidireccional, con una permanente comunicación para intentar consensuar todos los objetivos sobre los que trabajar y todas las medidas que hayan de tomarse. Es el momento de centrarse en el qué hacer y no en el quién es quien lo propone o realiza. Ni flores ni culpas para nadie.

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