La otra orilla

Javier Rodríguez

El fin de ETA

Hemos pospuesto tanto la celebración del fin de la violencia de la organización que más vidas se ha llevado por delante en la historia reciente de nuestro país, que cuando esta organización ha anunciado su desaparición nos hemos quedado fríos. Habrá quien ni se haya enterado.

Hace siete años que ETA anunció el abandono de la "lucha armada" y, como si no nos creyéramos que algo tan bueno pudiera pasar, desde entonces no hemos parado de pedir pruebas de que el anuncio iba en serio: entreguen las armas, reconozcan el daño hecho, disuélvanse… Pues bien, ya tenemos todo eso: han entregado las armas, han pedido perdón y, finalmente, se han disuelto: se acabó el infierno de pensar que una bala o un trozo de metralla podría acabar con nuestras vidas en cualquier momento. Se acabó, especialmente, para aquellos que eran objetivo prioritarios de ETA: cuerpos de seguridad del Estado, políticos "constitucionalistas"… que tenían que vivir con escolta y miedo de manera constante. Se acabó para las familias de estos, que sufrían la misma sensación ante la posibilidad de que sus seres queridos perdieran la vida o fueran secuestrados o que cualquiera de estas cosas les pasara a ellas mismas. Se acabó para toda la sociedad, que temía poder ser víctima "colateral" en este conflicto y que sufría por las pérdidas de vidas humanas, por los secuestros, por las extorsiones.

Es una gran noticia: 50 años y 853 muertos después, ETA desaparece.

Ahora toca ver cómo se recompone tanto daño hecho, tantas vidas segadas: eso es lo primero. Evidentemente no podremos recuperar a los que perdimos pero nunca habrá que dejar de acompañar a las familias para que puedan elaborar un duelo que les sane de las pérdidas que sufrieron.

Después de eso habrá que reconocer los excesos por parte del Estado: el GAL y la guerra sucia, la dispersión de presos…

Y, desde ahí, construir un relato de lo que sucedió en el que quepan todos y buscar sin descanso la reconciliación. Sin saltarnos ni uno solo de estos pasos, que en eso somos expertos en este país y así andamos todavía sin cerrar la herida de la Guerra Civil, por ejemplo.

Y, de momento, felicitarnos a todos los que nos hemos salvado de ser víctimas de la violencia, a todos los que el fin de ETA, sin saberlo, les ha salvado la vida. Ya no va a haber más bombas ni más disparos por parte de ETA, ya nadie más va a morir a manos de ETA: felicitémonos por ello.

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