Yqué coño es esto de la UDEF, preguntó retóricamente Jordi Pujol en octubre de 2013, en Espejo Público. No porque ignorase la existencia y actividades de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía Nacional, sino por jactancia y desprecio. Porque unos desconocidos funcionarios españoles se atreviesen a cuestionar la honradez del padre de la patria catalana, el sumo sacerdote de la Cataluña contemporánea, el constructor de la nueva Generalitat. Son los mismos funcionarios que en agosto de 2019 han desvelado, en un informe de 222 folios, toda la trama corrupta de cuatro décadas de pujolismo y pospujolismo.

Cuarenta años mal contados desde que Jordi Pujol se escapó vivo del escándalo de Banca Catalana, chantajeando a la titubeante democracia española mientras refugiaba sus primeros fondos en el extranjero, poniendo a buen recaudo la herencia paterna, en peligro por su carrera política (al servicio de Cataluña, claro está). En 1990 abrió su primera cuenta en el paraíso de Andorra y patrocinó y organizó un sistema de aprovechamiento integral del poder político -gobernó durante cuatro o cinco legislaturas- en beneficio de su familia y de su partido. Hasta amasar una fortuna que la citada UDEF cifra en 290 millones de euros.

No hay en la vida democrática española un caso de corrupción organizada, ni partidista ni particular, que se pueda comparar con el protagonizado por la que ha sido veinte años la primera familia de Cataluña: Jordi Pujol, Marta Ferrusola y sus siete hijos (igual que unos Siete Niños de Écija en el desvalijamiento de las arcas públicas y el chantaje a las privadas, que también nacieron como guerrilla patriótica). Ni Filesa o los ERE, ni Bárcenas o Gürtel supusieron tanto para el PSOE o el PP como los trabajos de los Pujol al frente de la Generalitat han significado para esta saga legendaria y el partido convergente que la encarnó a base de mordidas, contratos amañados, comisiones del 3%, facturas falsas, blanqueos y despliegue de banderas, himnos y diadas. Cataluña ha padecido un régimen de cleptocracia familiar.

Lo más meritorio de este clan delictivo es que todo el tinglado de la antigua farsa (esto de la corrupción es tan antiguo como la Humanidad) lo han montado manteniendo las formas democráticas y ganando elecciones, no como los Somoza en Nicaragua; que durante mucho tiempo nos han convencido de que trabajaban por una Cataluña moderna y por la estabilidad de España, y que, con tesón, TV3 y adoctrinamiento escolar, han hecho creer a casi la mitad de los catalanes que el proyecto de construcción de un espacio de impunidad para sus fechorías -o sea, la independencia- era en realidad el destino manifiesto de Cataluña. Un ideal por el que merece la pena luchar.

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