La factura

Ojalá que el Cielo envíe una lluvia de cordura, sensatez y olvido sobre aquella región de España

Toneladas de papel, ríos de tinta, horas y días de radio y televisión sin fin llevamos entre pecho y espalda con el asunto de Cataluña. Incluso hemos podido leer sesudos artículos en los que nos relatan el coste económico de la malhadada independencia, precio para Cataluña y para el resto de España. Pero ¿cuántos artículos hemos leído y cuántos reportajes hemos visto u oído sobre la factura humana, el coste social de esta locura nacional totalitaria? Y el precio humano es elevadísimo y aunque fuera corto siempre sería de infinitamente más valor que el económico. Le llamo factura humana a la ruptura de infinitas relaciones personales por mor de este disparate. Las familias españolas en las que la palabra Cataluña está en labios de sus componentes, desde hace décadas, son incontables. Casi todos tenemos abuelos, padres, hijos, hermanos, tíos, sobrinos, vecinos y amigos para los que Cataluña significa una época de sus vidas o incluso toda la vida misma. A todas esas gentes, a todos, nos ha cogido el virus, nos ha infectado y estamos enfermos. Enfermos de separación enfermos de recelos, enfermos de odios, enfermos de pérdidas afectivas. Ocurre como con las legendarias y exterminadoras epidemias de peste de la Edad Media. No conocían clase ni condición social, no había una sola familia que se viese libre del mal. Ahora, con este sueño delirante y convulso del nacional totalitarismo catalán se han roto relaciones ancestrales, parejas que se han pulverizado porque uno ha cogido la enfermedad y el otro no, matrimonios estallados, padres e hijos separados y hasta abuelos y nietos situados a distancias insalvables.

Casi cuarenta años de manipulación, de mentira y de fobias construidas sobre la nada han terminado con una fractura social sin precedentes que necesitará de decenios para cicatrizar, si es que llega a cerrarse alguna vez la herida. Goebbels fue más delicado en su propaganda que esta banda. Al ministro de Propaganda del Tercer Reich nunca se le ocurrió contarles a niños de cinco años cuentos en los que aparecen reyes y policías que matan a los ciudadanos del oprimido país y que por tanto merecen ser quitados de en medio. En Cataluña se ha llegado a unos niveles de adoctrinamiento en el odio que hace que la factura social a pagar por el delirio independentista sea tan costosa, tan desgarradora, que se puede bien dudar si alguna vez se podrá pagar. Ojalá que el Cielo envíe una lluvia de cordura, sensatez y olvido sobre aquella desgraciada región de España y alivie tanto dolor.

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