L A Unión Europea, alarmada por el número de víctimas de tráfico, ha decidido que todos los coches a la venta a partir de 2022, vayan provistos de un sistema de velocidad inteligente, que cortará la potencia del motor, cuando éste supere la velocidad máxima permitida, impidiéndole acelerar. Teniendo en cuenta que cada país europeo tiene unas limitaciones de velocidad diferentes y no se ha conseguido aún un acuerdo de límite común, sorprende la rapidez con la que esta vez se ha puesto de acuerdo el Parlamento europeo. Por tanto, si esto viene por "decreto", después de dirigir las oportunas alabanzas a la tecnología empleada en dicho limitador, comenzarán las preocupaciones: ¿Qué dirán los fabricantes de autos de alta gama que alcanzan grandes velocidades con una óptima seguridad? ¿Cuánto tiempo tardarán los frikis informáticos, en conseguir la aplicación que engañe al dispositivo?
Según las estadísticas de hace un año, la distracción es la principal causa de los accidentes de tráfico mortales (en un 36%). En España se supera la media europea en cuanto a uso del móvil mientras se conduce y más del 60% de delitos al volante se producen por el consumo de alcohol y drogas ¿De qué se trata entonces? ¿Habrá que inventar un aparatito que arroje el móvil por la ventana si su conductor lo utiliza? ¿O un detector en el salpicadero que mida la ingesta de alcohol y drogas mediante un sensor en el iris? Se confía más en la técnica que en las personas y la preocupación por evitar víctimas de accidente se centra en crear medios de detección de infracciones y castigo.
Casualmente y coincidiendo en el tiempo, el Ayuntamiento de Huelva da a conocer su apuesta para que los hosteleros sirvan alcohol responsablemente. Es decir, nuestros gobernantes, que deberían gestionar no solamente la información, sino también la formación, optan por el camino más fácil: dejarles la papeleta a los camareros de negarles alcohol a las embarazadas, los menores o a los que ya han consumido. Se conforman con informar, pero no con formar. Se prefiere condenar antes que prevenir, se elige el camino más fácil antes que el mejor.
Y así vamos, en pleno siglo XXI, hacia aquella sociedad aprisionada, mecanizada y, sobre todo, sin libertad de pensamiento que tan bien describió Orwell en su novela 1984, hace ya setenta años. Una sociedad que exige responsabilidad a la ciudadanía sin enseñar a ejercerla, que pregona la libertad como derecho pero no enseña las condiciones para disfrutarla.
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