M style="text-transform:uppercase">e toca hacer la última columna de este año. Toca, pues, hacer repaso, mirar hacia atrás, ver las huellas dejadas… ponerse, en definitiva, un puntito cursi y un puntito nostálgico. Por lo que a nosotros respecta: hemos tratado de estar pendientes de la actualidad, y de ir aportando nuestra perspectiva sobre las cuestiones que nos importan o nos preocupan. Escribimos, así, de los titiriteros, de las elecciones (¡tantas!), de la reforma educativa, de los contaminantes hormonales, de laicidad, de la Nuit Debout, de la Ley de Servicios Sociales, de la homofobia, del machismo, de decrecimiento, de las comuniones civiles, de los desahuciados, de Doñana, de Haití (¡otra vez!), de los carriles bicis, de los asentamientos, de las ancianas que mueren por culpa de una vela…

Dejamos muchas cuestiones sin abordar: se nos escaparon, o no hubo tiempo ni lugar, o ni siquiera nos enteramos. El mundo que vivimos es muy complejo, supongo que ni más ni menos que otros períodos históricos. Pero nunca como hoy hemos tenido toda esa complejidad delante de nuestras narices, tanta verdad y tanta mentira a golpe de click, una ingente cantidad de información imposible de digerir. De manera que lo que es posibilidad se convierte, al mismo tiempo, en cadena. Hemos procurado, aun así, ser honestos con los temas que hemos abordado, respetando esa intención que declaramos en el título de la columna de hacerlo desde "la otra orilla".

Dejamos atrás temas grandes, graves: la inmigración que está dejando regadas de cadáveres las rutas europeas; la crisis económica que ha cercenado los derechos laborales de millones de trabajadores en todo el mundo; el productivismo capitalista que sigue horadando el planeta con tratados comerciales leoninos con siglas inquietantes (TTIP); el calentamiento global que ya parece irreversible, y que va trufando de catástrofes los cinco continentes: los fascismos que van floreciendo, como queriendo regresar al siglo pasado… Cuestiones todas ellas que necesitarán mucha atención mañana.

Esto de pasar la última hoja del almanaque es sólo un gesto. El mundo sigue girando a la misma velocidad. Pero es bueno tener estos gestos que nos obligan a pararnos y a pensar en la historia que nos lleva y que ayudamos a escribir.

Luego todo volverá a correr, a desencadenarse a pesar nuestro. El año que se va ha dejado mucho bueno y mucho malo. El año que estrenamos en unos días traerá también ambas cosas: en gran parte dependerá de nosotros y nosotras. No escurramos el bulto.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios