La otra orilla

javier rodríguez

La enfermedad del odio

Estimados racistas, fascistas y aporófobos en general: antes de nada quiero dejar claro que lo de estimados no es ninguna ironía, que entre vosotros hay personas a las que tengo en estima y que si os llamo racistas, fascistas y aporófobos no lo hago con la intención de insultaros sino con la de poner nombre a una patología que sufrís puede que, incluso, sin que lo sepáis.

Por lo tanto no os pretendo culpar por ello y sí daros motivos para la preocupación: la patología que sufrís es muy peligrosa para vosotros y para los demás y, por tanto, debierais hacer todo lo posible para curaros.

El virus que provoca esta dolencia tiene un caldo de cultivo ideal en la sociedad en la que vivimos y lo vais a comprender muy rápido: la desigualdad, la constante pérdida de referencias, la inseguridad… nos hacen sentir miedo y necesitamos focalizar ese miedo. Los que nos tienen en esa situación no quieren que se les señale porque eso pondría en peligro su estatus, así que cultivan con esmero un virus que unas veces adquiere la forma de rechazo al negro o al chino, otra de miedo al indigente, otra de rechazo al refugiado y así sucesivamente. Propagan ese virus. Y eso ahora lo tienen muy fácil: medios de comunicación que no se esmeran mucho en contrastar las noticias o que prefieren difundir las que alimenten el relato que justifica el rechazo y redes sociales que, sin filtro alguno, difunden abiertamente bulos e ideas que provocan más miedo y señalan al extranjero y al pobre como culpable de nuestros males.

Una vez se os ha inoculado el virus empezáis a justificar el asesinato (activo o pasivo) de refugiados en la frontera, la inacción de los gobiernos en política sociales o la exclusión de miles de personas del Sistema Nacional de Salud. Muchos sois buenas personas a las que no creo capaces de hacer daño a nadie, sin embargo esta enfermedad os vuelve peligrosos títeres de gentes sin escrúpulos que pretenden convertir en un asunto partidista la crisis del Mediterráneo o la sanidad pública. Dicen que todo esto se cura viajando. Yo no tengo clara la cura, pero sí tengo claro que os tengo que pedir que aceptéis que la hospitalidad a la que Dimas hacía referencia en esta columna el miércoles pasado o la decisión del Gobierno del pasado viernes de recuperar la universalidad de la sanidad son medidas de sentido común que nos hacen más prósperos, más sanos y más felices como sociedad.

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