LA presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, se reunirá mañana en el palacio de La Moncloa con el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy. El encuentro ha sido minuciosamente preparado por la presidenta andaluza, que ha buscado el arropamiento de la patronal y los sindicatos mayoritarios de la región para su principal objetivo: lograr el respaldo del Gobierno a las demandas de Andalucía de una participación sustancial en el Plan Juncker de inversiones y créditos europeos destinados a la reactivación económica. Susana Díaz ha elaborado un minucioso catálogo de proyectos de infraestructuras necesarias para la comunidad autónoma por un importe global de 13.000 millones de euros. Se trata de obtener una respuesta del presidente del Gobierno acorde con la situación que atraviesa Andalucía y su condición de región castigada como pocas por el azote del desempleo. Este tipo de cumbres deben estar marcadas por la lealtad institucional y la ausencia de toda voluntad de confrontación. Sería un fracaso si la presidenta de la Junta se obstinara en obtener satisfacción a toda su plataforma reivindicativa, y lo sería que el presidente del Gobierno volviera la espalda a Andalucía. Hay que tener en cuenta que el plan del presidente de la Comisión Europea no ha sido concretado y que su alcance dependerá de la participación de la iniciativa privada, ya que los recursos que puede allegar la UE por sí misma son limitados, y están de hecho tasados en una cuantía para todos los estados miembros que ni siquiera duplica la cantidad que pide Andalucía. Se imponen, pues, una especial sensibilidad por ambas partes a las posibilidades de la otra y la necesidad de hacer concesiones y pactar. Por otro lado, la cumbre debería ser aprovechada para forjar cierta forma de alianza de carácter nacional ante los desafíos planteados a la España autonómica y constitucional. Rajoy y Díaz están de acuerdo en lo fundamental. Hace falta que lo expliciten.