Debe ser que todavía no ha muerto suficiente gente. Tiene que ser eso. Igual es que los cientos de miles de contagiados son pocos. Que las secuelas físicas y psíquicas de quienes lo han padecido carecen de la necesaria gravedad. O quizá que los efectos en la economía de una pandemia convertida en la plaga de nuestro tiempo todavía no son suficientemente fuertes. O todo junto es lo que hace que haya quienes alienten la irresponsabilidad de evitar la vacunación o cuestionen la ventaja de hacerlo. Si es así, los equivocados seremos el resto.

Las palabras sensatas de un personaje público como el actor José Coronado hace unos días fueron magníficas. Fue uno de los afortunados que recibió su dosis en el Wizink Center madrileño hace unos días. Lo hizo además de Astrazeneca, la variante sobre la que las autoridades pusieron el foco. Lo envidio por ello. Para los de mi edad todavía nos quedan semanas o unos pocos meses.

Mensajes claros, de personas que transmiten credibilidad y sin estridencias son esenciales ante el ruido. El resumen de su intervención fue sencillo. A día de hoy no existe una alternativa más eficaz que la inmunización colectiva para contener la pandemia. "Todas las vacunas producen efectos secundarios. ¿Qué queremos, un efectito secundario y seguir vivos o irnos para el otro barrio? Está claro que hay que ponérsela", expresó con toda naturalidad el actor.

Todo ello llega en la semana del anuncio de una nueva fecha para esa línea roja del 70% de la inmunidad de rebaño, el final del estado de alarma actual o los nuevos cambios de criterio en los márgenes de edad entre los grupos dianas por la presión y el miedo de los dirigentes ante efectos secundarios. Dice Pedro Sánchez que será en agosto. Ojalá.

La realidad es que la única salida que tenemos es la vacuna. Prueba de ello es la desesperada gestión de comunidades autónomas o países como Alemania ante Rusia ante la eventualidad de más retrasos.

Quien no quiera usarla está en su derecho de elegir un camino, pero en su decisión no solo pone en riesgo su salud a título individual sino que prolonga la agonía colectiva en cuanto que se expone a contagiarse y contagiar. La vacuna no es una cura en sí misma, sino un perfecto cortafuegos para contener la sangría de la pandemia. Frente a los bulos y los rumores interesados, carentes de argumentación o basados en el afán por alarmar a la sociedad hacen falta muchos José Coronado que con su voz clara y su ejemplo directo acaben con las dudas de los que dicen tenerlas. Y si alguien no quiere ponerse su dosis, aquí hay un voluntario.

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