Fue suficiente una denuncia contra Weinstein, para que docenas de mujeres relacionadas con el cine y el espectáculo se apresurasen a unirse a las acusaciones. Lleva este productor de Hollywood, dicen, 30 años intercambiando contratos cinematográficos por favores sexuales, y ahora la memoria actúa a una velocidad inusual y pone encima de la mesa hechos que se conservaban en algún espacio cerebral sorprendentemente intacto y que han conducido a la destitución del productor. Abierta la "veda" en la atribución de cargos e imputaciones sexuales, un camarero denuncia a Kevin Spacey por acosarle hace 7 años y aparece entonces otro actor imputándole un hecho parecido en 1986. La productora de su famosa serie House of Cards lo aparta de la misma y Ridley Scott lo sustituye en la película que rueda. Se da por hecho que existe una íntima relación entre la profesionalidad y la vida personal de cada uno.

Pero no se trata solamente del mundo del espectáculo. Baste una denuncia de delito fiscal a un deportista para ver multiplicados a los denunciantes y a los denunciados. Baste una bandera ondeando en un balcón, para que la calle se llene de banderas. Baste que una cadena radiofónica repita incansablemente una canción para que acabemos todos cantándola a coro…

Se llama "efecto dominó". Como sucede con las fichas del dominó alineadas, cualquier acto, ya sea una denuncia, una alabanza e incluso una idea, si se logra que llame la atención por lo que sea, se comunica a quienes estén al lado y éstos a los más próximos y éstos a los siguientes y se propaga hasta el infinito, mientras haya "fichas" que sirvan de comunicantes. Claro que la rapidez con que se transmite impide que se compruebe la veracidad de lo que se dice y anula la capacidad para negarse a transferirlo, pero no importa, este modus vivendi en que nos han introducido, sin permiso previo por nuestra parte y sin darnos tiempo a vernos como piezas de una sofisticada maquinaria, no precisa reflexiones sino difusión. Se trata del poder de las masas que arrolla, inhibe el pensamiento personal y empuja a quien encuentre por delante. Son ciclos que siguen el mismo proceso, lo que invita a pensar que esta masa no se mueve espontáneamente sino siguiendo un patrón que alguien diseña bajo la consigna de que "el fin justifica los medios". Ya advirtió Ortega y Gasset, en 1930, el peligro que entraña "el hombre-masa", que ni construye ni tiene proyectos y se contenta con tópicos y prejuicios heredados.

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