La otra orilla

Víctor Rodríguez

El eco americano

Mirar la conquista de América con los ojos de hoy es injusto e interesado

En el último día de Colombinas me gustaría pararme un momento a repensar la relación con esa otra orilla del océano Atlántico que tan viva estuvo en la agenda española hasta los fastos de 1992 y que parece yace ahora en un segundo plano, eclipsada por la crisis europea. España es un país que se ha creído la leyenda negra que otros, llámense ingleses u holandeses, se encargaron de difundir cuando la competencia por la hegemonía mundial ensayó lo que ahora llamamos fake news. Los españoles cometieron latrocinios, abusos y esquilmaron recursos de sus colonias, sí, pero no más que otros imperios posteriores, la diferencia de España respecto a los que llegaron después es que nunca le importó el mestizaje, y el compartir costumbres, idioma y religión. En Huelva hemos sabido lo que un imperio como el inglés puede llegar a esquilmar, explotar y llevar una estricta política de clases sociales, y esto ha pasado hace bastante menos años que cuando llegaron Pizarro o Hernán Cortés a Perú o México.

Mirar la conquista de América con los ojos de hoy es injusto e interesado.

¿Qué pensarán nuestros nietos de las minas de coltán en África, del basural plástico de los mares o de la pena de muerte? Realidades sangrantes con plena vigencia hoy. Seguramente nos tacharán de abusadores, contaminadores y brutales.

Por el contrario, nos asomamos a las Colombinas desde la mirada de Huelva y aquí no vemos ningún resto de un comercio y un oro que, como casi siempre, pasó de largo y nunca llegó a estas tierras. Lo que nos queda es un humilde convento de La Rábida y un Santuario de la Cinta, testigos de un puñado de inconscientes que salieron a la mar en busca de lo nuevo y que muchos de ellos ya no volverían jamás. Gracias a ese empuje y arrojo hoy América nos importa, nos duele y la sentimos tan cerca, hablamos y nos entendemos, y celebramos cosas en común. Si no hubiera habido un 3 de Agosto la situación que está sufriendo Nicaragua, por ejemplo, me sería tan lejana como la pobreza en Burkina Faso o la guerra en Sudán del Sur, países con culturas e historia tan diferentes, sin embargo, con Nicaragua el hilo es directo, la comunicación; sincera, no hay traductores ni intermediarios.

Por favor, que el revisionismo histórico no nos lleve a deshacer el camino recorrido, que el pasado no sea una losa sino una excusa para poder seguir sintiendo el eco que nos llega de allá.

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