Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Te echo de menos, Antonio

Los sucesos han cambiado mucho desde que tuve el honor de aprender del maestro Antonio Jiménez

He vuelto a los sucesos. Realmente nunca me fui de ellos y eso que me lo advertiste muchas veces; una vez que entras, no sales. Tenías razón. Como siempre. No se cómo explicar ese subidón que nos mete este trabajo, a pesar de que te dan las tantas tumbado en la cama después de horas de echar el bofe y llegar a la conclusión, más allá de las cuatro de la madrugada, que Serrat tenía razón y al techo no le iría nada mal una mano de pintura.

Las cosas han cambiado mucho y nada se parece a lo que hacíamos. Cuando andábamos juntos: el Alcatel nos despertaba a mala hora y te daba tiempo a echarte un café no muy saludable, agarrar la cámara y llegarte al sitio ya que su señoría probablemente estaba haciendo lo mismo, sin miedo a que una cámara de televisión pelma le trastocara el levantamiento. Te veías a Paco -siempre había un policía o un guardia civil que se llamaba Paco- y te hacía el día. Te daba tiempo a ir a donde el abogado y echar un par de cervezas y, si te debía una y se acordaba y le pillabas después de comer, mal se te tenía que dar para no salir con un par de gin tonics. Todavía te daba tiempo a ir a la puerta de los juzgados y, después de terminar con medio paquete de cigarrillos en el tiempo que rezabas para que la puta cámara funcionara ya que tenías una sola oportunidad, echar una foto del payo detenido que se iba para el maco. Después seguías rezando para que Pepe no la cagara al revelar el negativo en el cuarto oscuro. Le pedías una doble a tu director, le daba recuerdos a varias generaciones de tu familia y te ponías hasta cerca de la medianoche a escribir una información que al día siguiente iba a acompañar a todos los cafés de la ciudad.

Hoy todo es diferente. La verdad es que me hubiera partido la caja si te hubiera tenido que explicar lo que es el posicionamiento, la actualización y que algo se tiene que mover en redes. Te juro que en medio de la tensión de estos días, me he sorprendido riéndome al imaginarte. Ahora tienes el teléfono pegado a la oreja porque estas cosas siempre pasan lejos, puedes echar mil fotos con una camarita que, encima te quedan mejor y no esperas a nadie. De todas formas, me resisto a dejar la libreta, esa que siempre tiene cobertura y con el poco aliento que me queda me casco un par de páginas con algo que, de manera insospechada, acompaña el desayuno del personal. Como antes y tan distinto. Me sigue gustando. Te he echado de menos muchas veces, pero estos días todavía más. Con Antonio Jiménez aprendí a hacer esto y todavía me sigue enseñando.

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