Hay días que los acontecimientos, tanto los sobrevenidos como los presentes, hacen que se puedan calificar como tristes. Ese carácter negativo, lo llevan a uno a pensar en la valía, la preparación, la ética, la profesionalidad… de quienes nos dirigen o, cuando menos, ostentan responsabilidades de gestión aunque sea en parcelas menos trascendentes e incluso anecdóticas pero no exentas de impacto mediático.

Podemos ir desde el narcisismo y la impostura habituales del mundo político y en la confrontación de las ideas hasta las exaltaciones del ego propias de los mediocres que se consideran por encima de toda prevención y prudencia, más aún en estos tiempos de pandemia, dado el cargo que ostentan, olvidando que están en el mismo por delegación aunque en el subconsciente y en sus modos de actuación revelen intenciones de vitalicio. Es, por ello, que nos encontramos con personajes como el Presidente de la RFEF que para contrapesar la propuesta de su adversario el Presidente de la Liga, sobre la asistencia de público a los estadios, él tiene que ser el primero y sin encomendarse a nada ni a nadie, saltándose leyes, normas y criterios sanitarios, así como de movilidad… se lanza a impulsar la asistencia a la Final de la Copa con un planteamiento esperpéntico.

Pero es que de aquí, nos podemos ir a lo que yo mantengo: la teoría del agresor, agredido. Aquí, la acrítica exenta de moral, Arrimadas, se siente agredida ante la respuesta recibida por su agresión. Sus socios y portavoces, ella se ha quedado muda, hablan de mercadeo de esclavos, transfuguismo… que el atacar en un sitio no quería decir fueran a hacerlo en otro… todas excusas y argumentaciones insultantes para la inteligencia del ciudadano, como si hubiera algo más incoherente y trasgresor que hacer una moción de censura contra el mismo Gobierno al que uno pertenece… rompiendo y despreciando elementos básicos de la convivencia y "cogobernanza" democráticas tensionado los hábitos sociales.

Y, por fin, es un día triste al comprobar el aplauso, seguramente inconstitucional - siempre que el correspondiente Tribunal se pronuncie en tiempo y forma, aunque las expectativas con el aborto no apunten en esa dirección - y es que la ley de regulación de la eutanasia, representa el paradigma de la manipulación dialéctica al envolver en la argucia "progresista", la dejación estatal del derecho a la vida (Art. 15 Constitución) convirtiendo la muerte en un "derecho subjetivo", cimentado en un criterio de libertad personal y autonomía ante una situación límite de salud, lo que es una posición que roza la falacia puesto que en esa situación, ¿se ostenta de verdad autonomía analítica para decidir libremente? No lo creo, sinceramente. Esto sin dejar de poner en cuestión todo nuestro ordenamiento jurídico y penal, dada la apelación a la libertad de autonomía personal.

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