El Malacate

Javier Ronchel

jaronchel@huelvainformacion.es

El día antes del tsunami

Es ahí, sabiendo que las cosas no pasan hasta que pasan, donde habrá que incidir

El simulacro ya pasó. Cientos de personas se movilizaron en Huelva el miércoles para ensayar su respuesta a un posible tsunami futuro. Lo que nunca se había visto antes. Pero, ¿y ahora, qué? ¿Ahí queda todo hasta que venga el de verdad?

Parece claro que hay un interés general por afrontar los riesgos de desastres naturales que tenemos, sean más o menos probables. El volcán de La Palma lo podemos tomar como un serio aviso, aun sin víctimas mortales. Y las inundaciones del mes pasado en la costa occidental de Huelva quedan como referente más cercano de la crudeza con que la naturaleza golpea sin avisar. Es ahí, sabiendo que las cosas no pasan hasta que pasan, donde habrá que incidir. Por eso hay una necesidad evidente de ir a más.

Un gran avance ha sido lo visto esta semana. Diría que, más que por lo hecho, por la actitud mostrada para hacerlo. Plantear algo así, antes, era poco menos que un tabú por miedo a la alarma general. Ha venido bien, además, para que recordemos los grandes profesionales que tenemos en seguridad y emergencias. Nos sentimos más protegidos sabiendo que están cerca, y que también nos darán apoyo psicológico, tan importante, aunque no lo parezca, como la atención sanitaria en el escenario del desastre. Entonces habrá que actuar, sí, pero si queremos salir con éxito, habrá que hacerlo el día antes. Ahora.

Durante el simulacro se dio a conocer la edición de una guía informativa y didáctica sobre tsunamis editada por la Junta de Andalucía para distribuirse entre la población. Se echaba en falta también. ¿Basta con eso? Evidentemente no. Habrá que asegurarse de que llega a todo el mundo, de que se lee y se interioriza, mejor empezando por los colegios y las propias familias.

La singularidad de muchos enclaves costeros, como Punta Umbría, Isla Cristina, Isla Canela, o también la capital, necesita de un abordaje mucho más profundo. Y eso empieza por contar con la población. No basta con repartir folletos y confiar en que cada familia decida y pruebe su propia ruta de evacuación. Hay que establecer unos protocolos claramente definidos y ensayados por todos. Y eso requiere de un trabajo continuo en prevención, implicando a todos el día antes, que es ahora. Pero ese día, por largo que sea, acabará cuando menos lo esperemos. Y entonces querremos ver gente a salvo y no unos cadáveres dispuestos para ser identificados, como en el simulacro.

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