Desde el fénix

José Ramón Del Río

Las desventuras del Tigre

ELDRICK Tont Woods, más conocido como Tiger, jugador de golf, que es el deportista mejor pagado del mundo (incluidos Cristiano y Messi), a sus 33 años, ha anunciado su decisión de tomarse un "descanso indefinido", para dedicarse a ser "mejor esposo, mejor padre y mejor persona". Como su fortuna se calcula en más de 675 millones de dólares (en 2008 ganó 110 millones y este año va camino de los 130) pudiera pensarse que, pese a su juventud, se dispone a gozar de un merecido descanso y dedicarse a tan loables objetivos. Pero lo que ha ocurrido es que, la semana pasada, sufrió un accidente de circulación al empotrar su coche en una boca de riego y en un árbol. Se asegura que el accidente ocurrió porque su esposa, Elin, le hizo perder el control del vehículo al pegarle con un palo de golf -como es lo propio- porque había descubierto que le era infiel. Por razones no bien explicadas resulta que, como consecuencia del accidente, llega a saberse que durante los cinco años de su matrimonio ha tenido hasta doce amantes (cuando escribo, porque la lista va en aumento), cuyos nombres y apellidos se han publicado. Es lícito pensar que, conocido el nombre de una, gracias al mensaje que Tigre le dejó grabado, pidiéndole que borrara el que él le había remitido, las demás que tuvieron relación con él se han presentado para poner precio a su silencio. Sus abogados han tenido que pagar mucho dinero, pero más los tabloides sensacionalistas, de forma que la historia sexual del golfista está a disposición del que quiera leerla.

Los ingresos de Tigre los obtiene, además de por los premios que consigue como frecuente ganador, por sus contratos publicitarios. Pues bien, inmediatamente de conocerse el suceso marcas como Pepsi, Gillette o Accenture, que utilizaban su imagen como reclamo, han cancelado sus contratos, que le suponían más de la mitad de sus ingresos, porque esas marcas no quieren su imagen devaluada. Para más vergüenza, asistentes sociales de atención a la infancia han visitado a sus hijos para un examen psicofísico.

Qué duda cabe de que el pueblo americano tiene muchos defectos, pero sus antepasados puritanos le han dejado el sentimiento de que un personaje que es admirado tiene que tener una conducta intachable, no sólo en su actividad publica, sino, incluso, en su vida privada. Allí no se perdonan las mentiras e infidelidades, cuando se descubren. Puede que sean unos hipócritas y que sólo pidan perdón cuando los cogen, pero es saludable que a quien está en la cima y que, por ello, tiene que servir de ejemplo, no se le pase ni una. Las casas comerciales saben muy bien lo que piensa el pueblo americano al respecto. Por eso abandonan su imagen.

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