Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El destierro del señor

En cualquier facultad puede percibirse hoy un cambio en la forma de trato entre profesores y alumnos con respecto a la generación anterior (entre hace 20 y 30 años, pues): casi todos los estudiantes llaman de tú al docente, y el trato de don prácticamente ha desaparecido, aunque es muy frecuente llamar "profesor" al tal, cosa que antes no sucedía en la universidad. Lo dicho es de aplicación entre los españoles, porque los erasmus y demás alumnos extranjeros se resisten a tutearte; no están acostumbrados y no les gusta, los descoloca. Sin reclamar ni añorar nada al respecto, y menos aquel "tengo yo que tomarme una arroba de sal en gazpacho con alguien para que nos hablemos de tú", hay algo digno de análisis sociológico y económico en todo esto. La igualdad fáctica de derechos, el voto universal y el acceso a rentas dignas de buena parte de la población de nuestro país ha llevado a un igualitarismo en el trato entre desconocidos que hace que descartemos el uso higiénico del usted, que permite cordialidad y distanciamiento, tan necesarios ambos en la vida social cotidiana. Es como si el usted fuera señoritingo, cuando nada tiene que ver lo uno con lo otro. Y fijémonos en un hecho significativo: nadie insulta llamando al otro de usted.

Una invasión en las formas de trato entre desconocidos se impone de forma asombrosa. Es el inevitable "caballero" con que se te dirige el camarero, la dependienta, el taxista, el policía local o quien te atiende tras la ventanilla. Obsérvese que a las mujeres no se les aplica el equivalente "dama", sino el natural "señora". ¿Por qué el destierro del "señor", que se utiliza en todos los países de nuestro entorno sin la menor condescendencia ni inferioridad por ello? ¿Es una rémora, por rechazo, de la dictadura? Es de mucho temerse que sí; hay algo en ello de complejo. Caballero, técnicamente, es quien va a caballo, frente a quien va a pie, en patinete, metro, coche o autobús. Bueno, los tiempos cambian, y con ellos el lenguaje que nos aplicamos las personas. Pero esto es una especie de acromegalia del respeto, una forma de respetismo, un falsete de la cortesía que merma la deferencia verdadera, la de cada uno en su casa y Dios en la de todos. Ayer, entre turistas interiores, una camarera le decía a un cliente de la mesa de al lado: "Ahora mismo te atiendo, caballero, es que hay gente delante tuya, cariño". El lío de mesas que tenía era en el fondo menor que el de su forma de dirigirse a los ávidos comensales. (Un poco de paja y agua para este corcel, y reemprendamos la marcha, 'tocotó', 'tocotó'...).

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