Está siendo duro el camino hacia el destierro de los socialistas. Susana Díaz abandonará la semana que viene el Palacio de San Telmo, algo que todo el mundo creía imposible hace dos meses. Incluidos ella y su sustituto, que sufrió un retroceso notable y llega a la presidencia de carambola, gracias al auge de la derecha ultranacionalista. El PSOE, enojado con su destino, ha crispado todos sus discursos. Ha pasado de la imagen de felicidad idílica que vendía en el inicio de la campaña, con una Andalucía poseedora de todos récords, a los vaticinios más tenebrosos. Y desvaría.

El ministro Ábalos, hombre de confianza del presidente, se extraña de los apoyos cruzados a Juanma Moreno. Dice que la ultraderecha va a formar parte del ejecutivo andaluz y no entiende cómo va a funcionar un gobierno creado con pactos paralelos. En fin, tiene mérito que un miembro del Gobierno de la nación se escandalice de acuerdos cruzados entre tres, cuando Sánchez llegó a La Moncloa con un pacto de ocho. Si subido en su octógono irregular al dirigente socialista le extraña ver unas líneas paralelas; será por su simpleza. Y la ultraderecha no entra en el gobierno por hacer un pacto de investidura: hay precedentes para medir su influencia. Ni PA o IU, socios internos del PSOE en el Ejecutivo andaluz, ni el externo Ciudadanos, han mandado gran cosa en los 15 años mal contados que duraron esas alianzas.

En Andalucía ha empezado una larga campaña electoral de cuatro meses, para municipales, europeas y autonómicas. Y hay mucha sobreactuación. Vivimos un momento de retórica exagerada; todo el mundo trata de ocultar sus decepciones del 2 de diciembre y sacarle partido a la nueva situación. Sobre todo los socialistas, desalojados del poder después de tres décadas y media de ejercicio ininterrumpido. Los desconsolados tuits de los consejeros del gobierno saliente, dedicados mayormente a injuriar a Ciudadanos por lo que llaman el #PactoDeLaVergüenza, resultan tan desmedidos que retratan lo dramático que es el desempleo. Los socialistas intentan castigar a Cs, su socio complaciente los últimos cuatro años. El PSOE desatendió gran parte de los compromisos de investidura de 2015, y Ciudadanos los repiten de nuevo en su pacto con el PP.

La derecha radical es una minoría del Parlamento. Pero está sacando un rendimiento espectacular a su retórica grandilocuente. Pero cumplida su misión para la alternancia, la dinámica de gobierno y el funcionamiento de las instituciones deberían sacarla del centro de la agenda. Habría que darles ejemplo de colaboración entre constitucionalistas; contestarles poco, caso a caso, ley a ley, con rigor (y también a veces con humor). Los problemas reales de la gente tendrían que imponerse a la demagogia. Pero hasta mayo será difícil. El destierro de Díaz abre una etapa de inestabilidad para los que entran y para los que salen de San Telmo. A partes iguales.

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