Hoy, que es el Día de la Juventud es un buen momento para reflexionar sobre los grandes retos que tiene este colectivo actualmente. Por supuesto, lo primero que se le viene a una a la cabeza es la precariedad laboral que, pese a las mejoras, todavía sigue estando patente. Aunque por suerte ha habido mejoras y eso es innegable. Según Eurostat, hace poco más de un año, siete de cada diez encadenaban contratos precarios, de mes en mes o de día en día, en sectores como la hostelería, el comercio o el turismo. Pero desde el pasado mes de abril el panorama cambió de forma radical. Con la entrada en vigor de la reforma laboral, miles de empresas se vieron obligadas a convertir en indefinida a buena parte de sus plantillas. Como resultado, hemos tenido el segundo mejor arranque de año de la última década en empleo juvenil.

Pero no es suficiente. Cuatro de cada diez menores de 35 años aún viven con sus padres, una preocupante realidad que se ha incrementado con la pandemia, tal y como apunta un informe del portal inmobiliario Fotocasa. Unas cifras que ni la mejora reciente del mercado laboral será capaz de revertir. Y esto dejando al lado la realidad que viven los que padecen alguna discapacidad. El empleo constituye la palanca fundamental para garantizar la igualdad de los jóvenes con discapacidad, normalizar su vida y hacer efectiva su participación en todas las esferas sociales. Sin embargo, sus insuficientes oportunidades de empleo les sitúa fuera del paraguas de las medidas de protección social, desconectándoles del mundo. Además, la globalización y los avances tecnológicos han despertado en este colectivo un hambre voraz de superación. Según la Fundación Adecco, las nuevas generaciones con discapacidad ya no solo desean trabajar, sino que tienen aspiraciones profesionales concretas y aspiran a un empleo en el que poder demostrar su talento. Leer esto me encanta. Por eso, en un día como hoy, me gustaría que también lo leyeran esas administraciones que les cierran puertas. Las mismas que siguen sin apoyar (o de manera insuficiente), a mi parecer, a los jóvenes emprendedores, que son el motor de cambio.

El empleo digno, así como la posibilidad de emanciparse y comprarse una vivienda, deberían ser pilares fundamentales a los que todos tuviéramos acceso. No hace falta esperar a un día mundial para recordar los desafíos de los jóvenes. Son, somos el futuro. Pero el mañana no existe sin un presente. Ojalá nos ayuden a seguir construyéndolo.

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