Cosas que pasan

Ricardo Castillejo / Rcastillejo@grupojoly.com

El dedo acusador

HACE unos años se puso muy de moda en Estados Unidos una tendencia entre el colectivo homosexual llamada "outing" (término que se ha venido a reconvertir en español en la famosa expresión "sacar del armario") con la que se pretendía forzar a que, aquellas estrellas de la meca del cine sobre cuyas tendencias se sospecharan -o, directamente, fueran conocidas en círculos privados-, confesaran ante el público sus gustos en la cama. Vamos, otra de las muchas barbaridades que se inventan algunos americanos y que, nosotros, loros reproductores de sus costumbres culturales, parece -igual que con las "comidas rápidas", Papa Noel o Halloween- hemos heredado.

Bajo aquel plural dedo acusador quedaron en entredicho las apetencias carnales de actores como Tom Cruise, John Travolta, Jodie Foster o Richard Gere, sobre quienes empezaron a circular leyendas urbanas que, a día de hoy, todavía les pesan. Al fin y al cabo, ¿quién tiene la autoridad para inmiscuirse en la intimidad ajena, primero, y, peor aún, destaparla después? ¿Da derecho el compartir con alguien una tendencia sexual determinada, partiendo siempre desde la suposición, para actuar así?

En las últimas semanas, según he leído en varias direcciones que circulan por internet, la revista "In touch" ha insinuado la posibilidad de que, Elena Anaya, la integrante del elenco de películas como Alatriste o Van Helsing y uno de nuestras intérpretes más internacionales, mantenga una relación con una chica con la que, siempre según la publicación, residiría desde hace algunos meses en el madrileño barrio de Fuencarral y junto a quien hasta se la habría visto cenando en Lavapiés en actitud bastante cariñosa. Una información que coincide con la celebración, el próximo sábado en la capital, de los actos del Día del Orgullo Gay y que pone en evidencia la cantidad de gente aburrida que, si se metieran el dedito en otro lado, lo mismo hacían menos daño y se sentían mejor. La vida sería mucho más fácil si nos preocupáramos más por nuestros asuntos y menos por los de los demás.

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