La decepción

En estos días ha crecido la 'catalanofobia' en el resto de España. Ése es el gran triunfo de los separatistas

Los catalanes siempre han tenido la admiración del resto de los españoles. Así, en general. Cultos y buenos conversadores; industriosos, emprendedores, con sentido común. Tierra de promisión: en la dura postguerra, millones de españoles de todos los rincones hicieron las maletas y se fueron allá con lo puesto. Y los que no, tienen cuentas en bancos catalanes, prefieren un buen cava a un mediano champán, y tienen multitud de productos electrónicos, textiles o de alimentación fabricados en Cataluña, o un Seat de Martorell. Pero de pronto nos informó Artur Mas que les robábamos. No sólo no reconocía que los buenos trabajadores inmigrantes y los fieles clientes españoles habían procurado una saludable prosperidad a Cataluña, sino que les estábamos desvalijando. Fue, digamos, una pequeña decepción.

Después vino el precio preciso del despojo: 16.409 millones al año según Mas (Convergencia) y Junqueras (Esquerra). O sea, entre tres y cuatro veces el cheque británico que Margaret Thatcher arrancó a la UE en 1984. Por el contrario, Borrell y Llorach establecieron el déficit fiscal en 800 millones. Eso sin contar que la filosofía en la Unión Europea es compensar la ausencia de aranceles con fondos para el desarrollo de las regiones más atrasadas. Se añadieron a esta historia las meteduras de pata de Zapatero y Rajoy, el uno prometió aprobar el Estatut que le enviasen a Madrid y el otro recurrió ante el Tribunal Constitucional el ya pactado en el Congreso para conseguir invalidar 14 artículos.

Y en esto llega la gran decepción: abuso de la Ley, acoso a los disidentes y atropello a los derechos de los diputados. Aprobación exprés de una ley de referéndum ilegal, incumpliendo el reglamento del Parlament, desoyendo a los servicios jurídicos de la Cámara, eludiendo al Consejo de Garantías Estatutarias. Estamos inmersos en una guerra jurídica, en la que el Gobierno ha puesto en marcha lo que mi colega Enric Juliana llama la brigada Aranzadi. Pero la batalla emocional no sabe de leyes. En estos días ha crecido la catalanofobia en el resto de España de manera exponencial; en general, sin hacer distingos. Y ese es el gran triunfo de los separatistas.

Una extraña coalición de capitalistas, republicanos y anarquistas ha conseguido emular a la Venezuela de Maduro. El presidente chavista arrincona la constitución bolivariana y Puigdemont vulnera el Estatut. Los dos tienen su ANC, el venezolano la Asamblea Nacional Constituyente y el gerundense su Asamblea Nacional Catalana. Esta Cataluña ya no es la que admirábamos.

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