carlos Hermoso / ayuso

El decente señor presidente

El bueno de Mariano se dejó jordievolizar el domingo noche, sin edición, como se pacto previamente, y, por tanto, de corrido.

De corrido, Mariano nos presentó un país lleno de gente y políticos honrados y decentes "en su inmensa mayoría", refiriéndose a los casos de corrupción como "puntuales" y llamándonos reiteradamente a hacer una "valoración global", a que no confundiéramos la parte por el todo.

Mariano, con menos pulso que la Dama de Elche, ha dado sobradas muestras de su falta de coraje y de su nulo reformismo. Con una muy holgada mayoría que le hubiera permitido darle al país la vuelta "como un calcetín", prefirió sostener con alfileres el andamiaje, con el dinero barato del BCE, poniendo todas las velas a arrancar algún indicio de recuperación económica.

De Bárcenas, de la trama Gürtel, del PP valenciano, de todo ello, ni reacción ni indignación y mucho menos asunción de algún tipo de responsabilidad. Presunción de inocencia y casos puntuales. Ni acertado diagnóstico sobre las causas de la corrupción, negando el carácter sistémico de la misma, ni acción o propuesta alguna para combatirla. Le faltó grandeza y le sobró indecencia, aunque el presidente hasta para ser indecente lo sería por omisión, que hasta para eso hace falta algo del arrojo del que carece.

Le faltó grandeza para reconocer que el nivel de corrupción en España es insostenible, que la financiación de los partidos políticos es la madre del cordero, que los tesoreros son los personajes más turbios de los partidos, en un pacto no escrito en el que se mueven con total autonomía y en el que es mejor no saber, que las empresas tienen muy difícil adjudicarse un contrato público de cierta entidad si no entran en el juego y, por último, que no estaba en condiciones de asegurar que en mayor o menor medida esos ingredientes no se repitan en el resto de administraciones públicas, autonómicas y locales, que lo visto sólo es la punta del iceberg.

Rajoy fue previsiblemente decepcionante y confirmó su manifiesta incapacidad para afrontar los retos, desafíos y amenazas que se ciernen sobre nuestro país, de liderar la necesaria regeneración, de marcar el rumbo de un país que ha perdido el norte, que se haya en una profunda crisis, no sólo económica, sino de identidad como nación y de valores. Lo pudo ser y no quiso. La historia, como siempre, lo juzgará.

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